Esa niña pequeña de 12 años tenía las ideas muy claras: con su pelo suelto y una osnrisa de oreja a oreja, encontró a un chico a la salida del colegio y, con una confianza tan grande como para mover montañas, pensó: 'Es el hombre de mi vida. No importa lo que tarde en conquistarlo, es el hombre de mi vida'. Ahora sé que tenía razón.
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