Es cuando aún somos unos niños y todavía creemos en los cuentos infantiles.
Sin embargo, poco a poco pasa el tiempo y experimentamos ese proceso de cambio que nos adentra de lleno en una etapa complicada y difícil donde encontramos un montón de experiencias malas o buenas pero que no importan porque, al fin y al cabo, no determinan nuestro futuro.
En ese preciso momento comenzamos a estar capacitados para cuestionarnos si ese algo dura toda la vida. Ya no estamos tan seguros de todo aquello que, cuando éramos unos críos, confiábamos en que durase eternamente.
Millones de preguntas se van acumulando en nuestras mentes a lo largo de los años que abarcan esa dura etapa. Pero nadie sabe responderlas como queremos.
Es entonces cuando ya crecemos y nos vemos lo suficientemente capacitados como para aportar nosotros mismos las respuestas que necesitamos a esas preguntas incuestionables fuera de todo raciocinio humano.
Olvidamos la etapa de adolescencia. Tal vez con un mal recuerdo, como una etapa pasada que (quizá) tampoco merece ser recordada.
Quién sabe.
Ahora nos pensamos que a nosotros nos pertenece la llave del mundo.
Todo suena a pasado y a nosotros nos importa el presente y también futuro.
Pero sin darnos cuenta seguimos teniendo preguntas que aún no han sido descifradas (puede ser el caso del '¿quién soy?', '¿a dónde voy?') pero no queremos reconocerlo porque tratamos de hacernos un hueco en este gran mundo.
La vida continúa.
Continuamos haciéndonos mayores sin darnos cuenta. Nunca parece suficiente para aprovechar una etapa.
Cuando nos damos cuenta ya es demasiado tarde y sólo podemos recordarla con una cierta melancolía, con nostalgia y, a veces, acompañada de una sonrisa complaciente.
Ahora ya somos adultos, nos hemos alejado de ser ese niño insatisfecho, de los amigos que nos han acompañado durante toda la vida, que han compartido nuestros primeros momentos: el primer beso, la primera vez, la primera salida nocturna, las primeras lágrimas...
Nos alejamos de esos amigos que prometimos que serían para toda la vida. Ahora sólo nos conformamos con sonreír y recordarlos diciéndonos que ha sido la vida la que nos los ha arrebatado.
Y no nos damos cuenta de que así ya han pasado los años, el tiempo, los momentos, las oportunidades.
Ahora cada uno tiene su vida, su negocio, su familia, sus problemas.
Habitualmente, en el colegio éramos todos iguales. Tal vez un poco o menos afortunados, con dinero, con fiestas, con suspensos o sobresalientes.
Pero compartíamos ese entorno que nos parecía tan familiar.
No podemos evitar lo difícil que es crecer, huir de los pretextos, excusas.
Te asocias con gente de tu mismo gremio, que comparta tus mismas características.
Y no te sorprendes ya al ver a aquel niño prodigio que ahora está estancado en el paro, o aquel macarra de tu clase que ha estabilizado su vida y su familia es numerosa, o de aquella guapa niña inteligente y sin apenas recursos que hoy es una de las empresarias más importantes de este país.
Es la vida acompañada de circunstancias quien va formando al individuo, que te aleja de aquellos sueños.
en esta época dejamos de soñar, vamos formando el futuro de esas personitas que van detrás de nosotros y vivirán experiencias parecidas o idénticas a las que nuestra generación se ha enfrentado como cada ser humano ha de vivir.
Y los años siguen pasando. Ya dista mucho de aquel primer encuentro de juventud.
Quizá ya te suceden dos generaciones más.
Y te has convertido en aquello que los jóvenes denominan 'viejo', pero tú crees que aún tienes potencial, pero vez cómo tu vida se va apagando.
Has vivido una vida increíble o quizás desastrosa. Gente que se ha ido, gente que has dejado en el camino a la que querías, gente que has encontrado, gente con la que has compartido. Gente. Gente que aunque no haya sido importante ha aparecido en tu vida por alguna razón y ha condicionado tu futuro. Quién sabe por qué apareció.
Te conformas con contar historias, con evocar frecuentemente el pasado pensando que el presente no te pertenece y esperando a que el futuro te secuestre entre uno de los recuerdos, entre seis mil millones de personas.
Qué mas da, has vivido una vida. Has formado parte de una generación. Has tenido una vida intensa, plena. No hay que olvidar tampoco lo malo.
Y, te das cuenta de que, a pesar del paso de los años, aún hay preguntas que te llevas haciendo desde hace más de sesenta años y nadie las ha contestado.
Te das cuenta de que aquello que pintan de una manera los mayores como tú no es así. Es sólo porque han olvidado el elixir de la vida, de las emociones del momento, las sensaciones, los sentimientos que despierta el ser joven. El vivir al máximo, traspasando los límites. El vivir sin pensar que hay preocupaciones. no terminar la página que estabas escribiendo y no importarte.
Acordarte de todo, de lo corta que es la vida y querer haber vivido oportunidades que rechazaste.
El darte cuenta de que el 'Carpe Diem' no es sólo una frase, es una filosofía.
Ahora ya no podrás disfrutar el momento como tal, tan sólo trasmitirlo a los demás, a los jóvenes.
Por eso, si eres joven, no esperes más, no pierdas oportunidades. Arriésgate.Porque, sin duda, ese estúpido 19 de marzo, ese martes, esa tarde aburrida, no volverá. A lo mejor podrá ser idéntica, parecida, pero nunca más será la misma.
Es por ello que, por muy retórico que suene, hay que disfrutar cada momento como si fuera el último, porque sino cuando lo queramos recuperar será demasiado tarde.
Por ello, y a pesar de este pesimismo y volviendo al presente:
Vive. Vive sin miedo. Vive riendo, llorando, amando, peleando, soñando... Pero vive.
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