Viajo a través del tiempo. Narro mi travesía a lomos de algo que llaman distancia. Creo sin vivir. Vivo, aún creyendo.
Soterrar bajo un sentimiento todo el humo de un pasado. Un pasado que me llama, que me grita, que me incita a regresar. No quiero, me alejo. Me vuelvo, le doy la espalda. 'Nunca más', dijo el tiempo. Escapa, vuela. Cree que es cierto. Y, sin embargo, vuelve a caer. Grita que le quieren, grita que le engaña. Y siente. Y fluye. Y vuelve a retomar el vuelo.
Vuela por los anchos mares. Vuela tras una garza nube intensa.
Hollar, enterrar, sepultar, apartar la palabra melancolía. Regresar al pasado sin que nada lo trastoque. Que se quede como está. Bien solo, así es como ha de estar. Sin que nadie lo señale con el dedo, sin que nadie cree un montón de un grano de polvo. El polvo del olvido, que encierra los secretos jamás vividos.
Y esta serie de inmensas atrocidades, que sin querer decir nada, lo dicen todo.
Que buscan un refugio sin que nadie lo entienda. Que buscan con cautela unos dedos que tecleen al compás de mil cadenas.
Grita. Muerde. Araña. Atormenta la palabra melancolía.
No vuelvas. Nube de recuerdos que aproxima y ruge sin parar.
Abismos de un pasado. Antojos de una suave, intensa brizna de agua que destilan unos ojos ya apagados.
Agitadas lágrimas que ya no cesan desde que, inquietas, brotan del farol que refleja el existir.
Huye. Huye de todo. Huye del viento, huye de aquello que no dejó existir.
Implica el miedo. Incita el ruin sonido de la palabra melancolía.
Vuelve. Vuelve a tu sitio, del cual no debiste escapar. No recuerdes, no lamentes. Solo menta mi existir.
Porque si algún día fuiste presente, hoy no quiero que lo seas más.
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