Y me sorprendo abrazada a tu cuerpo, compartiendo la misma almohada.
Lentamente abro los ojos, me acomodo y te miro.
Me sonríes y me besas.
Mientras, ahí fuera está lloviendo y los rayos dividen el cielo.
Un segundo, dos segundos, tres segundos...
No está lejos la tormenta, que truena, grita y no enfurece ni entristece.
Mi ventana, mediana, introduce el mundo en este pequeño habitáculo que ahora sólo es tuyo y mío.
Dentro, en mi habitación, todo está tranquilo. Me quedaría abrazada a ti toda mi vida.
Eres esa paz que busca mi conciencia, la luz que a mis ojos guía.
Sin embargo, nuestros cuerpos entrelazados. Tu torso, desnudo; mi pecho, desnudo. Recorriendo mi cuerpo como si no tuviera fin.
Siendo tuya, siendo mío.
Dos en uno y uno en dos.
Y en momentos como este es cuando pienso que no se puede querer más a una persona. Que 'querer' dura un instante pero tú... Tú eres infinito.
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