No le saludé, le miré, le sonreí y me fui.
Pasaron los minutos y volví a salir, esta vez él ocupaba mi camino, fue inútil esquivarlo. Me tropecé con él y le saludé, de mi boca salió un '¿qué tal?' y un 'hace bastante que no nos vemos', a lo que él respondió con un 'bastante'. Le dediqué otra sonrisa, pero ya no era una sonrisa queriendo decir lo mucho que estaba enamorada de él o por placer, era una sonrisa por conveniencia, o por deber.
Me marché fuera de aquel bar y no volví a pensar en él más que cuando tropezaba con su rostro, impasible.
Bailé hasta que mi cuerpo no me dejaba más, y lo único que me interesaba era que él me viera feliz sin él y su presencia.
Esa era la persona de la que había estado enamorada durante los últimos seis años, a la que más había querido. Pero basta ya, no quería volver a tener nada con él que no fueran palabras más, palabras menos.
Al fin y al cabo, él había sido el hombre de mi vida. Y yo no le necesitaba. Nunca más.
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