Vine para olvidarme del mundo, pensar en mí. No sabía tan siquiera lo que quería, solo volver a ser yo.
Olvidar las carreras, las prisas, el agobio por pensar todo lo que me queda para hacer, los coches, la música, el trabajo… Era una forma en la que ya no podía ser yo.
Tenía ganas de llorar, de gritar, nadie me había enseñado que lo bueno es sacar todas esas piedras que hacen pesar a tu corazón.
Y, de repente, comprendí. Comprendí que hay cosas más importantes que lo superfluo. Que hay personas que dan la vida por nosotros y no sabemos comprenderlo.
Él me ha vuelto a salvar. Me ha vuelto a salvar de caer al precipicio sin salida, de ese rincón donde te chocas contra la pared y no puedes ver.
Hoy he visto la luz. He visto ese rayo de sol en la ventana apoyado en mi mano. Es la suya. No me aprieta ni me hace daño, solo me acaricia porque no me quiere dejar ir. Me dice que no me preocupe tanto por los demás o me volverá a pasar lo mismo que ayer. Que no me quiere ver triste porque tengo que luchar por lo que quiero y lo voy a conseguir. Y que todas las cosas pasan por alguna razón y Él es la razón.
Creo que es Él el que está escribiendo esto a través de mí. Yo estoy tranquila, ya no tengo miedo de tenerle a mi lado, aunque yo no le vea, Él siempre está conmigo.
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