martes, 30 de agosto de 2011

18 FUNNY HA-HA

Pocas fotos para demasiados y tantos momentos. Fotos que sólo muestran una pequeña parte (pequeñísima) de todo lo que hemos vivido juntas.
Estar ahí cada día, con todo por delante para decir; aguantar, levantarse y volver a caer, seguir a ras del suelo; abrazar un momento concreto, una sonrisa estúpida o cuatro palabras que no significan nada. Tardes desvanecidas en el fondo de una taza de café, noches ahogadas en dos o tres copas de alcohol, fumarnos la vida, vivir el momento, lágrimas que se encuentran en el mismo bar de siempre.
Soy incapaz de imaginar un momento en el que tú no estés conmigo, a mi lado, siguiendo y guiando cada paso; riéndote por las tonterías de siempre, la rutina…
Siempre he dicho que los amigos verdaderos
son aquellos que llevan toda una vida a tu lado precisamente porque han compartido la mayor parte de tus momentos. Ahora sé que no. Ambas sabemos que una persona llega en un momento concreto a tu vida, no importa cómo. En una simple tarde puede llegar a convertirse en una de esas personas sin las que no puedes llegar a vivir. Una de esas amigas que sólo se pueden contar con los dedos de una mano.
Nos quedan muchas cosas por delante. Tantas como historias que pueden llegar a haber. Ni tan siquiera importa si esta vez ya nos separamos físicamente. Sea la distancia que sea, el tiempo que sea, habrá algo que permanecerá patente en nosotras: todo aquello que nos une.
Por eso, son dieciocho años de los que yo he podido formar parte de ellos en tan sólo la última etapa. Pero no me importa, sé que he estado ahí para todo aquello que has necesitado y cuanto has querido y así va a ser durante muchos años más, todo el tiempo que podamos.
Esto no sería una felicitación completa si no te diera las gracias por estar constantemente ahí, al otro lado del teléfono para sacarme una sonrisa o para impresionarme con tus múltiples ‘’hazañas’’. Gracias por lo que has conseguido demostrarme en tan pocos años, mi futura médico.



Eres increíble Funny, y este día es tuyo. Tus esperados 18. Muchísimas felicidades otra vez.
Te quiero muchísimo.

martes, 9 de agosto de 2011

El tiempo pasa, maduramos y cambian las cosas

Una última cosa.

No me ha hecho falta ni media hora para darme cuenta de que es verdad, que yo ya no estoy en León, prácticamente estoy en Madrid, y desde hace meses.

También me he dado cuenta de cómo van a cambiar las cosas, todo lo que me rodea. Que lo que ahora se me antoja tan simple como ver a mi madre todos los días o estudiar en mi mesa del comedor de cristal dentro de un mes ya no va a pasar, y quién sabe si ya por siempre.

Me he dado cuenta de que aquí ya no estoy, que me he instalado mentalmente en Madrid y sólo me falta el físicamente para estar ya definitivamente allí.

Y todo esto que te estarás preguntando a cuento de qué viene es para decirte que a lo mejor has hecho bien, aunque no lo sé y eso ya no lo sabremos nunca, pero me he dado cuenta de que la vida es un renovarse continuamente… ’Renovarse o morir’. Y yo, ahora mismo, me tengo que renovar, y he de empezar desde ya

Y, por supuesto, no quiero guardarte rencor ni odiarte ni nada por el estilo porque contigo he vivido mucho al igual que todo lo que he aprendido. Pero hasta ahí ha sido recorrer nuestro camino juntos, porque ahora me has soltado la mano y esto debo vivirlo yo sola y quién sabe si encontraré a alguien, esas cosas nunca se saben hasta que no suceden, pero todo lo que pase ya será en Madrid.

Por eso no quiero ni que me borres, ni que me elimines ni que me dejes de hablar. Quiero que me cuentes cómo te va todo y llegar a ser algún día amigos, buenos amigos. Aunque sólo sea por lo que un día nos unió.

A lo mejor lo que necesitaba era eso, darme cuenta de todas estas pequeñas cosas para empezar a ser lo que yo quiero llegar a ser como persona.

Por eso, por mi parte, ya no vas a recibir nada de mí que sea intencionadamente de amor. Porque lo pasado, pasado está y dejémoslo así, como algo muy bonito que duró lo que duró y que lo recordemos así, que no tengamos ningún mal recuerdo de todo esto.

Así que no sé si debería darte las gracias por la conversación de esta noche, pero si he de hacerlo lo hago. Gracias, de verdad, gracias por todo.

Esto es una despedida. Sí, lo que querías, y no te culpo de ello. Simplemente espero que todo, todo lo que te propongas lo consigas, que encuentres a la persona adecuada que te haga traspasar la barrera de los miedos y, sobre todo, que seas muy feliz con lo que haces, con tu vida, con todo; de verdad y de corazón, créeme

Creo que ya he dicho todo lo que tenía que decir y he meditado y me he quedado ya tranquila Así que esta es mi despedida. No te culpo de ello ni a ninguno de los dos. Tampoco es un adiós (aunque sí definitivo), es un hasta siempre.

domingo, 7 de agosto de 2011

Not a simple goodbye.

I can honestly say you've been on my mind since I woke up today.
I look at your photograph all the time, these memories come back to life and I don't mind.
I remember when we kissed, I still feel it on my lips; the time that you danced with me with no music playing. I remember the simple things, I remember till I cry.
But the one thing I wish I'd forget, the memory I wanna forget is goodbye.

I woke up this morning and played our song and through my tears I sang along. I picked up the phone and then put it down cause I know I'm wasting my time and I don't mind.

Suddenly my cell phone's blowing up with your ringtone. I hesitate but answer it anyway you sound so alone and I'm surprised to hear you say you remember when we kissed, you still feel it on your lips.
You remember the simple things we talk till we cry. You said that your biggest regret, the one thing you wish I'd forget is saying goodbye.

viernes, 5 de agosto de 2011

''Despedida'' es un adiós

Deja de gritarme. No creas que con palabras que chillan y acuchillan vas a tener razón. No tienes razón. Quien pretende tener razón gritando es porque sabe que así es posible que la otra persona tape sus oídos y no pueda atender a sus frases injuriosas.

Tampoco me hables con palabras malsonantes. ¿Nadie te ha explicado que así sigues sin llevar razón? Sólo consigues que te pierda el respeto y tu vocabulario pierda todo su valor.

Yo no te voy a hacer caso si no quiero, tampoco voy a responderte si me faltas al respeto. Nadie me obliga a que lo haga y tú no vas a ser menos.

Ya me cansé de estar siempre luchando contra el reloj. De esperar ansiosa a que, cada vez que abras la puerta, vengas y me abraces y me hables de los dos.

La rutina ha deshecho todos tus actos y los ha arrojado al contenedor de frases sueltas e inacabadas.

¿Cómo hemos conseguido llegar a este punto? ¿No ves que yo, que tú, pretendemos tener razón y cada palabra suena más alta que otra?

Así, solamente sigo estando triste, no te das cuenta de que mi felicidad se esfuma cada día como bofetadas en el aire.

Y, ahora, ya no queda nada. Creo que no te has dado cuenta. Deberíamos renovarnos, renovar esta casa que se queda sin cimientos sobre los que poder permanecer. Renovar nuestras voces, acudir al parque y charlar, donde no podamos discutir. Pero parece todo más importante que yo.

Ya no te acuerdas de que ayer fue mi cumpleaños. Pensé que lo harías, ilusa de mí.

A las ocho de la mañana me desperté, primero abrí un ojo y luego el otro. Estaba ilusionada pensando que me traerías el desayuno a la cama, pero sólo encontré el vacío.

Más tarde, cuando fui a trabajar, tuve que coger un taxi porque encontré una nota que decía que no podrías llevarme ya que te llevaba un compañero al trabajo.

El día en la oficina fue estresante, como siempre. Gracias por establecer esa conversación por teléfono que sólo dice que te haga para cenar un filete de lomo. ¿Y para eso me llamas al despacho? Mi secretaria me ha mirado con ojos raros y ha visto cómo yo tornaba los ojos y me dejaba caer en la silla, triste y pálida. Me ha preguntado si me pasaba algo y yo sólo me he atrevido a decir que estaba un poco cansada.

Nadie en mi oficina sabe que es mi cumpleaños, supongo que se lo imaginan porque todos los años, tal día como éste, has aterrizado en la empresa preguntando por mí y trayendo una tarta tan grande como mis carpetas. Pero hoy nadie ha preguntado si es mi aniversario puesto que ya son más de las 12 y no ha llegado ningún paquete con mi nombre. Supongo que tienen miedo a ser respondidos y creer que se han equivocado de día.

Ya he llegado a casa, estoy agotada y sólo me apetece una ducha relajante. He gritado tu nombre pero nadie me ha respondido, he sido invadida por el miedo a saber que no estás.

En la cocina una nota, y esa nota dice que has ido a casa de Mario, que hay partido de fútbol y éste ya no te lo puedes perder.

He querido hacerme ilusiones pensando que sería una excusa para comprarme un regalo o hacerme una sorpresa por mi olvidadizo cumpleaños.

Mientras te he esperado, me he sumergido en la bañera y me he preparado un baño relajante con espuma olor a frambuesa como único capricho por mi cumpleaños. No ha estado mal, han sido treinta minutos en los que he podido olvidarme de todo y desconectar de la tristeza de mi día.

Ya son las once de la noche y aún no has llegado. He decidido llamar a Laura para ir a cenar, pero resulta que ya ha salido con su marido. Así que he decidido ir yo sola a la aventura y adentrarme en ese restaurante por el que tantas veces paso y nunca se me había ocurrido entrar. Es muy bonito, tiene unas amplias puertas con cristaleras y en el último piso, según me han explicado, goza de unas buenas vistas a la ciudad.

Al maître que me ha atendido le he dicho que quiero viajar al último punto de la ciudad para ver sin ser vista, que quiero adentrarme en un mundo que parece tan profundo. Cuando me ha preguntado que si lo que quería era ir al último piso, he salido de mi pensamiento fortuito y le he contestado que sí. Hoy en día no quedan soñadores, aunque no sé de qué me quejo si yo vivo soñando en una vida que no me pertenece.

Al llegar al piso de arriba he dicho que me sitúen cerca de las ventanas, que quiero contemplar la hermosura de la ciudad. El camarero me ha mirado con un gesto de profunda tristeza y me ha respondido que, hoy en día, nadie sabe apreciar la belleza de las polis y, con ello, me ha introducido en un discurso del que no he sido partícipe por estar ya viajando entre las nubes de ácido negras de mi ciudad.

Me ha preguntado que si quería algo fresco como entrante y le he dicho que me daba igual, que hoy no es un día especial así que, que elija él. Es increíble cómo, en casi dieciséis horas que llevo despierta, he perdido las ilusiones de un día que había planeado perfecto en mi rutina.

La cena no la he degustado aunque lo hubiera parecido. He comido despacio y sin ganas. Como en un flashback, han vuelto a mi memoria todos aquellos rincones adonde me llevabas, las risas del primer encuentro o las lágrimas por una despedida, cada vez que me dabas un beso en la frente o me decías te quiero antes de acostarnos. Sin embargo, ya no queda nada de aquello, o eso creo.

He vuelto a casa y he abierto la puerta sigilosamente para no hacer ruido. He entrado en nuestra habitación y estabas roncando, tan ensimismado en tus sueños que no te has despertado.

He depositado mis zapatos rojos en la estantería de mi vestidor y he ido al cuarto de baño a desmaquillarme. No he querido, pero una lágrima ha resbalado sobre mi mejilla.

Cuando me he tumbado en la cama, me he dado la vuelta y te he dicho al oído: ‘’Hoy era mi cumpleaños y ni tan siquiera te has acordado. No sé en qué punto estamos’’.

Ha sido entonces cuando, de repente (quiero creerlo), te has despertado y me has empezado a gritar y a decir cosas feas.

No me gusta que te pongas así, has conseguido que hasta yo te haya chillado. No sé qué pensarán los vecinos de esto.

Lo he pensado mucho, y no sé en qué punto de nuestra vida estamos. No sé qué es lo que va a pasar ni por qué perdimos la ilusión.

Tú, te encerraste en el salón y has pasado la noche allí. Yo, me dormí llorando y, ahora temprano, mucho antes de ir a trabajar, estoy haciendo mis maletas. No sé si será lo correcto, tengo miedo. Pero si no lo hago ahora luego nunca seré feliz.

Ahora me quedo con tus recuerdos, intentando borrar los malos de mi memoria.

Te he querido mucho y te sigo queriendo pero comprende, amor, que la vida no es vivir bajo el mar, queriendo aguantar sin aire debajo del agua, porque llega un momento en el que te ahogas.

Me marcho. No porque haya encontrado a otro sino porque la felicidad no me ha encontrado contigo.

Siempre te querré, mi vida entera.

-Quien más te ha querido y tú no has sabido valorarlo.

jueves, 4 de agosto de 2011

Niebla, Miguel de Unamuno

Lejos de los calificativos que le han sido dados (atendiendo a éstos como ‘loco’), a Miguel de Unamuno se le puede considerar un filósofo del siglo XX. O por lo menos lo es para mí.

He de reconocer que no he leído la mayoría de sus obras y escritos pero no es necesario hacerlo para sacar la vaga conclusión de lo que es, una persona inteligente.

Basta observar cómo, con impecable pulcritud, dialoga con sí mismo a través de los personajes creados.

Niebla es el último libro que he podido disfrutar de este autor.

Profundiza sobre los valores de la vida, el amor, la muerte, Dios, la filosofía.

A través del amor, Unamuno se adentra en el misterio de descubrirlo, de seguir los impulsos del corazón que, como una fuerza invisible, llevan al protagonista de la ‘’nivola’’ a la parte más ínfima de la locura.

Un tipo de locura que desarrolla el personaje que le arrastra hasta tal punto de querer rebelarse contra el autor, preguntándose si está vivo, muerto o es un simple producto de la imaginación de Unamuno. Entre ellos, mantienen un diálogo al finalizar la historia para poder llevar a buen término el desenlace del libro. El protagonista, al enterarse de lo que el autor pretende hacer con él, se rebela contra éste provocando, a su vez, un diálogo filosófico entre ellos.

Unamuno nos relata las taras del propio ser humano, la indecisión y la pérdida del tiempo buscando lo que no sabemos que tenemos delante de nosotros mismos.

Desde Aristóteles hasta Kant, pasando por Sócrates o Platón; Unamuno realiza un recorrido por la filosofía de estos aplicándola a la forma de vivir de Augusto Pérez, el protagonista.

No olvida mentar a Cervantes y Don Quijote y el lector puede equiparar la situación de locura que viven ambos personajes pero en diferentes épocas y por diferentes motivos.

Una vez más, el escritor narra una historia armoniosa, con un léxico que le hubiera donado el fidedigno sillón de la Real Academia de la Lengua Española.

Inconfundible su símbolo sobre la Creación del Hombre, sobre esa fuerza todopoderosa que controla y maneja nuestro destino a su antojo. Sigue, en este libro, mostrando su incapacidad por comprender que haya un ente superior al Hombre que decida libremente el transcurso de la vida aunque, a pesar de todo ello, se considere seguidor de Dios.

Unamuno consigue embelesar y enganchar al lector desde la primera frase de su libro hasta la última, obteniendo así el reconocimiento de éste.

Un hombre que, personalmente, considero como único en pensamiento con el cual puedo sentirme identificada. Que, a pesar de vivir ambos en épocas distintas, sigue predominando el sentimiento con el que plasma lo que es la aventura de vivir, el amor, los miedos, la inseguridad, el miedo por no creer, los entresijos de la vida y la muerte.

Sin duda alguna, uno de los escritores inmortales de la literatura española es Miguel de Unamuno.

Uno más pero sin una sonrisa

A veces me dan ganas de tirar esa llave, esa maldita llave que tantas promesas encerraba. Tirarla por la ventana y que vaya muy, muy lejos y que no regrese. Olvidar todo aquello que aún, como un candado, encierra.
Es entonces cuando me doy cuenta de que no es el momento de abandonar, que a veces hay algo que merece la pena por lo que luchar.

martes, 2 de agosto de 2011

Soliloquio


De repente, una extraña sensación se apodera de mí. Quiere que grite, que llore, que ría..que sonría.
Qué extraño. Hacía mucho tiempo que no me sucedía algo así.
Ni tan siquiera recuerdo cuando fue la última vez.
Aún estoy consternada porque no sé cómo abordar esta situación.
¿Qué hacer? Dispongo de tanto tiempo que, como un preso al salir en libertad, sólo quiere correr, estirar las piernas y respirar el aire profundo que resbala sobre su pelo.
Podría pasar una tarde viendo películas en las que, un héroe recorre miles de kilómetros para salvar a su amada esposa. O, tal vez, escuchando melodías que no atraviesen mi cabeza y permitan resplandecer esta turbia tarde de verano.
Pero no, no es eso lo que me apetece, ni tan siquiera bailar ni saltar. Sólo necesito algo de paz.
Paz... qué tan extraño vocablo del que sólo me acuerdo pocas veces al año.
Tranquilidad, sosiego, profundidad, armonía, serenidad.
¿Por qué no habré disfrutado de ello tantas veces en la vida? ¿Por qué limitarme a un día?
Resulta aún extraño y llevo conviviendo con esta paz varios minutos. Nunca pensé que sería tanto.
Y si lo pienso, aún es más el suave recorrido por mi piel que deja un escalofrío.
No estoy acostumbrada a esto.
Me invita a que vaya al parque, a que me siente sobre el regazo de un pardo asiento y compartir varias horas con unas páginas repletas de descifrables frases que asemejen una historia contada bajo las copas de los castaños.
Y navegar hacia un mundo que no existe, que es imaginario, pero que en mi mente puedo palpar.
Es anestesiante esta paz. Aún me confunde.
Cuántas veces he esperado este momento en trescientos sesenta y cinco días y hasta hoy no lo he adivinado.
¿Por qué esperar tanto para disfrutar de los pequeños placeres? Ahora lo pienso y juzgo. Demasiado rápido recorre el ser humano su vida, tanto que eso no es vivir.

L'amour...toujours?

No te das cuenta de que se ha terminado hasta el mismo momento en el que, una por una, repasas todas vuestras fotografías juntos y te das cuenta de que nada volverá a ser lo mismo, a ser lo de antes.
Cuando poco a poco van cayendo de tus ojos y sobre tus mejillas lágrimas que recorren tu piel en carne viva, que se asfixia de dolor. Y de repente estás llorando, no puedes más. Lloras, lloras y lloras. Pero sabes que no va a solucionar nada, que él está lejos y no te oye, ni tan siquiera te ve.
Y es entonces cuando te arrepientes de cada error, por mínimo que fuera y piensas que todo hubiera sido distinto si no hubieras cometido pequeñas estupideces que, aunque él dice que no, sabes que fueron culpa tuya.
Pero nadie, nadie ni tan siquiera él van a poder hacerse una idea sobre lo feliz que fuiste.
¿Por qué fuimos tan felices? Porque juntos no fuimos 'SS' por separado, fuimos sólo UNO.
Probablemente preguntarás qué haces por las noches, cuando parecen eternas y que la luna no brilla. Creerás que he olvidado cada recoveco de tu cuerpo, cada caricia de tus labios o la textura de tus manos. Pero me acuerdo... me acuerdo de todo aquello como si fuera la primera vez que los tocara, como si nunca tuviera fin, como si siguieras abrazado a mí. Tan pegado a mí...
Yo te esperaré, nos sentaremos juntos frente al mar y de tu mano podré caminar. Aunque se pase toda mi vida yo te esperaré.
Sé que en tus ojos todavía hay amor y tu mirada dice 'Volveré'.

lunes, 1 de agosto de 2011

Presunto dolor de la tristeza.

Hasta el momento no me había dado cuenta de que cada paso que daba era en falso. De que cada vez que miraba hacia atrás tan sólo añoraba el recuerdo que ya no estaba. De que, una vez, no busqué pero encontré la felicidad que abarcó cada parte de mi ser durante algo que se asemejó a la eternidad.
Sin embargo (cuántas veces digo 'sin embargo' y, en cambio, nunca le sucede algo de lo que poder jactarse), la rutina hizo inútiles los vagos pensamientos, se adentró dentro de mi persona y me instó a vivir una vida que, cómodamente, no era la que yo quería vivir.
Yo quería escapar, vivir muy lejos, HUIR. Pero nunca llegué hasta el punto necesario para comprender que retroceder no era sino avanzar, que las únicas ganas que me habían propuesto caminar, pasito a pasito, eran las de ver un nuevo amanecer junto a la felicidad.
Y aquí estaba yo, entera y eterna entre flores ya marchitas, entre los resquicios de un amor sin fin. Me iba enfriando, me iba apartando, me iba ubicando entre el miedo y la soledad.
La soledad que me acompañaba desde hacía unos cuantos días y que no se apartaba de mi lado, decía que no me dejaría sola.
Mientras, yo impasible, titubeaba con miedo en busca del recuerdo imaginario que ya no tenía, que debía haber olvidado entre tantos libros que tan viejos parecían.
El horror de pensar lo prohibido, la traición de sentirme vacía.
Yo seguía caminando, ahora ya la soledad me había dejado su testigo.
¿Dónde me ubico si no es mi sentido? Común, tan común como complejo, tan irrisorio como airoso sale de cualquier situación.
Pero ahora, ¿adónde debería dirigirme, guiar mis pasos?
Miedo, me atormenta y me acobarda.
De fondo, oigo una triste melodía, esa que alejándose entona la alegría compartida del perfume de un amor en vano que ya no abarca la pureza de un buen día.
Pero aquí, en mi círculo donde nadie puede entrar, ese que tan precintado está, no hay nadie... tan sólo el aire y yo.

La felicidad del tiempo soñado





Lo primero de lo que uno se olvida es de la voz. Esa melodía que resuena en nuestras cabezas pero que, tras no escucharla durante poco tiempo, se esfuma y debemos inventarla.
Más tarde, comienzas a evacuar de tu memoria los rasgos físicos, esos ojos, las manos que tantas veces han sujetado a las tuyas, su figura inconfundible...
Cuando el amor camina a través de tiempo por sendas distintas se olvidan muchas cosas. Demasiadas cosas.
Pero hay algo de lo que uno no se olvida nunca en la vida: de lo feliz que fuiste con esa persona. Eso es lo único que perdura en nuestra memoria, la felicidad del tiempo soñado.