sábado, 28 de abril de 2012

Diario de una vida en Madrid. Excusas

Con cuántas personas me cruzo sin saber quiénes son. Los coches inquietos, las luces de los semáforos que no paran de parpadear.
¿Y si con una de estas personas estoy destinada a ser feliz, a hacerme un hueco aún mas grande en esta eterna ciudad?
Personas que tienen prisa, que la lluvia arruina sus planes y a mi me los embellece.
Otra parada de metro, pero esta vez no voy por el subsuelo. Voy pisando la tierra firme.
Calle virtudes. Las virtudes que cada persona deberia resaltar en sí misma, porque todos, aunque solo sepamos contar nuestros defectos, tenemos cientos de virtudes.
Otra vendedora ambulante que me para para que compre su periódico. "Lo siento, tengo prisa", le respondo. Para mí es solo otra de mis excusas, para ella es la excusa de siempre.
Camino por esta gran calle hacia abajo, es grande. Grande y espaciosa, no como en mi ciudad.
Adorar esta ciudad es poco, cada uno de sus movimientos, de sus bancos estáticos, de las personas que corren de un lado a otro sin saber a dónde van..adoro esta ciudad.
Aquí no tengo recuerdos pasados, solo recuerdos presentes.
Estoy llegando a mi destino pero no me quiero detener. Quiero seguir por estas calles y seguir conociendo la ciudad donde se cumplen todos mis sueños.
He conseguido poco a poco hacer esa canción mía, la que tantas veces pensé que no conseguía. Ya es mía.
Decido seguir a alguien, sus pasos, observar. En el semáforo me coloco a su lado y miro hacia otra parte.

jueves, 5 de abril de 2012

Que llueva mucho

Aún sigo siendo de las que cree que la lluvia es solo un pretexto para permanecer más tiempo anhelando el beso de quien va a tu lado. Una excusa para sentir su piel más cerca.
La lluvia es el motivo perfecto. Que llueva.

Viernes de dolor: 30 de Marzo de 2012

Creí que sería distinto cuando te volviera a ver. Sin embargo, fuiste uno más. Fuiste uno más de aquellos que anhelaban mi ser, que creían profundamente en mí, que adoraban aquello que creían ver.
Y estabas frente a mí. Te sonreí e hiciste como que no me habías visto hasta ese momento. Nuestras mejillas se rozaron procurando no traspasar ningún límite. Todo había cambiado.
Habían pasado cinco meses desde aquel adiós y solo dos desde aquel tortazo que nos dimos contra la pared.
Era de noche, hacía frío, pero no tanto como nuestros sentimientos. Frío. No podía volver a sentir calor si me hablaban de ti.
Las lágrimas se abalanzaron sobre mi cara y no me dejaban respirar. Me encharcaron el corazón de agua y dolor por saber que tú no estás.
Estaba frente a un desconocido, frente a alguien que no eras tú. Te dije las cuatro palabras más tontas procurando oír la ansiada respuesta, "¿qué tal te va?". Y otra vez mis oídos oían respuestas que no querían, así que decidieron no escuchar.
Te diste la vuelta y yo caminé hacia el frente procurando no volver a verte. Tú caminabas hacia atrás y yo hacia delante. Cuántas cosas habían cambiado desde entonces, ¿no es verdad?
Me dijeron que te habían visto en un callejón acariciando el cuello a otra chica. Mi mundo se derrumbó. Caí, procurando recoger todos los pedazos de mi cuerpo, mente y corazón. Se había destruido. La realidad había querido mostrármelo exactamente hoy. Y, ¿quién era yo? Una engañada más en brazos de otro con cuatro copas recorriendo mi sangre ya envenenada por aquellos besos tuyos.
Yo ya no era tuya, tú ya no eras mío. Lo teníamos que haber sabido antes, pero aún seguíamos engañados, negando lo innegable. Negando que mi tiempo ya no es tuyo. Negando que nuestros caminos nunca más se van a volver a juntar.