jueves, 29 de septiembre de 2011

Diario de una vida en Madrid: 3. Nunca llueve

Parece ser que fuera no llueve. Lo han podido comprobar mis ojos quienes, decepcionados al mirar hacia la azotea del piso noveno, ven asomarse n cielo espléndido sin una sola nube dibujada.

Echo de menos esas gotas sobre el cristal de mi ventana en mi habitación en mi ciudad.

Aquí todo es nuevo y no parece que quiera haber muchas nubes ni tan siquiera haya una tregua entre el sol y el cielo que me permitan ganar la partida.

Me he tumbado escuchando canciones que hacen de esta oscura y triste habitación una caricatura de mi vida en León.

Cuando casi dormida estaba, me ha asaltado un ruido estruendoso. Rápidamente, mis ojos han despertado de esa melodía ensoñadora y he vuelto a escuchar atentamente. Esta vez me han vuelto a decepcionar mis sentidos, no era más que las atormentantes ruedas de un carrito de la limpieza a su paso frente a mi puerta.

En el metro, estaba concentrada en mi lectura para la Universidad y un señor se ha acercado hasta mi vagón para decir algo. Su cara estaba demacrada y él ya bastante delgado con ropas gastadas pero su tono de voz era fuerte. Nadie le ha atendido, o eso parecía. De su boca han comenzado a salir unos tristes pero realistas versos. Hablaba con rima consonante sobre la situación de España en estos momentos y, más prudentemente, de la situación que estaba atravesando él mismo.

Repito, nadie ha parecido escuchar, ni tan siquiera yo. Pero no es verdad, sigilosamente, paré mi lectura y me dispuse a escuchar tan triste realidad. Me hubiera gustado hacerle algún donativo, pero mi economía de estudiante no me lo permite, tampoco llevaba dinero suelto.

Me he dado cuenta de tantas cosas en tan poco tiempo…

Hoy tampoco ha llovido. Eso me recuerda que no estás y todo ello es porque, cuando llovía, la lluvia te traía a mis brazos.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Diario de una vida en Madrid: 2.Personas del metro

Un hombre solitario y singular que camina frecuentemente por Gran Via se adentra en las entrañas del subterráneo de Callao. Siempre con maletín, corbata o un flor.

Apresuradamente baja las escaleras y, como si de un golpe de suerte se tratara, coge el convoy que está a punto de salir.

Se sienta siempre en el mismo asiento, frente a mí. Quizá manías de los dos. Hace ya mucho tiempo que coincido con él, su rostro es amable aunque algo cansado.

Quizá es un empresario que se dirige a otra reunión o un padre de familia atareado que se pasa el día en la oficina. En ambos casos, su rostro sólo refleja el certero pasado de la felicidad.

Conozco todos sus rasgos, así como sus movimientos. Él debe saber que yo siempre le observo, me produce a veces ternura.

A su lado, unas veces se sienta una niña agarrada a la mano de su madre, otras un inmigrante subsahariano y otras veces un estudiante con prisa. Yo me he fijado pero él sigue impasible en cada nueva parada de metro.

Han pasado ya seis estaciones, ha llegado a su destino el cual prefiero no desvelar para no revelar su identidad.

Quizá soy demasiado observadora, quién sabe. O tal vez una mera soñadora.

¿Debemos conformarnos, sin embargo, con soñar?

lunes, 19 de septiembre de 2011

Bipolaridad anestesiada con canciones

Esta tarde fría de verano se ha teñido de color naranja pardo.

Me siento frente al televisor y por más que intento darme cuenta de algo no encuentro ninguna razón que me designe un porqué.

Estamos aquí. Yo aquí, tú allí. Tú aquí, yo allí. Nunca coincidimos. Trato de ver lo imposible, pero lo imposible se hace eterno.

Rememoro el pasado tomando aire, exhalando muy profundo. Me doy cuenta de que nada existe, de que esta realidad es ilusoria y a veces me hace ser víctima de una situación pueril.

¿Adónde llego para rebobinar hacia el pasado, que se vuelva más nítido? Tan sólo necesito tu mano, que me saque de aquí, para ser feliz.

¿En qué punto exacto olvidamos nuestra felicidad? Buscamos lo imposible de la ineptitud de nuestras acciones.

Aún así ya sabes que yo sigo aquí, que te sigo esperando como un niño espera ese globo que se le fue rápidamente de las manos y, mirando al cielo, espera que regrese. Quizá el globo no regrese, pero yo tengo la mísera esperanza de que tal vez nuestra flor sí.

Voy pasando las páginas del calendario. Refugio mis abrazos vacíos en el aire de esta fría y oscura habitación.

Intento de olvidar entre otros brazos ajenos pero ninguno se parece a ti, por eso parece una realidad irrisoria tan continuamente.

No puedo seguir así, confieso seguir sin lucha alguna hacia la felicidad, la eternidad; pero algo me dice que a caso volverás.

¿Qué hago yo aquí, contando los días que quedan para volverte a ver?Es rara la sensación pues creo que ya no regresaré. Quise creer que ahora se volvería todo perfecto. He de reconocer que sí que soy feliz, mucho; pero un vacío en mi alma sigue inhabitable. Nadie puede albergar en él toda la capacidad de amar que tuve. Por eso sigo aquí, impasible a otros besos que me dicen que no estás.

Aunque no me puedas ver, quiero que sepas que yo siempre estaré. Que no hace falta ver para creer. Basta creer.

martes, 13 de septiembre de 2011

Diario de una vida en Madrid: 1. El Retiro e impresiones


Detengo la música. Camino ensimismada en mis sueños. Quiero sentarme pero se me adelanta un padre con su hijo.
Qué parque tan grande y tan bonito.
En mi ciudad no existen parques así, ocuparían una manzana de casas.
Es la primera vez que vengo sola. Quiero contagiarme del sol, de la hierba recién cortada, del agua que emana su gran estanque, de los ciclistas que pasean respirando su aire bien profundo y de cada ancianito que, sentado en un banco, intenta recordar su pasado.
Me gusta imaginar que en uno de éstos se encuentra reposado un viejo escritor ya olvidado. Trato de pensar como él, procurando fijarme en el caminar pausado y ligero de las personas que, parece, cuando entran a este lugar repleto de naturaleza, encuentran la paz que añoran en este estrepitoso modo de vida que rebosa la capital.
Me incomodo y miro hacia atrás y sujeto bien mi bolso no vaya a ser que alguien me lo arrebate.
Me gusta este silencio, tan sólo se oye el sonido de las pisadas al pasar y el cortacésped unos metros más lejos aunque, de vez en cuando, el ruido de una sirena interrumpe mi intencionada relajación.
Me gusta esta ciudad. Hace mucho calor, es cerrada, llena de humo y constantemente en movimiento. A veces, llega a ser demasiado insegura y otras, te pierdes en sus interminables recovecos. Pero, a pesar de todo lo malo que pueda albergar, encuentro en ella el anonimato que a veces uno necesita, la diversidad cultural, un grupo de músicos que sólo piden a cambio de entonar una melodía en el metro o en la calle unas monedas.
Encuentras multitud de caras, todas ellas distintas y ninguna se parece.
Un niño en el metro me mira constantemente desde su sillita y, de repente, me sonríe. Miro hacia mi alrededor pero no hay nadie más que le mire.
La madre parece estar agotada tras una larga jornada con su hijo. Parece ser filipina, pero no debe pasar verdaderas necesidades. Puedo comprobar ésto al dar la madre una galleta al niño y luego darle otras tres más y un zumo que éste rechaza.
Quizá son prejuicios míos, pero es lo que a mi parecer es. Además, es tan fácil imaginar en esta ciudad...
Aquí consigo olvidar todo aquello que me congestiona en la ''provincia''. Así es como han llamado mis profesores a las demás ciudades que no son la capital. Siento como si procediera de un pueblo. Resulta extraño. Aquí encuentro la inmensidad, lo magnánimo.
Adorar esta ciudad es poco, aunque sea cansada.
Aunque es inevitable no recordar a las personas que he dejado en mi pequeña ciudad, mis viejos amigos, mi familia. Muchos de ellos se incorporarán a vivir aquí, otros tardaré meses en verlos. Pero se trata de madurar, de cerrar una etapa para abrir otra completamente nueva, con cambios. En esta gran ciudad.

lunes, 5 de septiembre de 2011

La felicidad son seis días y quince horas caminando


Le temías a la soledad y ya la tienes. No es que yo haya querido forzarte a ello, más bien has querido tú. Has desechado todas las ideas de un futuro que parecía prometedor. Y todo, parece ser, que más bien para nada. No te culpo de nada, tan sólo a tu miedo empedernido que destroza miles de planes y promesas por hacer.
Ni tan siquiera hace un año que nos conocemos. Sería de ingenuos tratar de formar parte de un mundo anterior, de un universo al que yo no pertenecía. Pero ahora sí. Ahora puedo inmiscuirme en ese pequeño mundo paralelo que hemos creado hace nueve meses.
Siempre fue un defecto tuyo la impaciencia, el no saber esperar a lo que tenga que pasar y el orgullo. Maldito orgullo. El que a veces (o siempre) dice que no hay vuelta atrás.
Y esas son las causas de que estos pedazos estén esparcidos y tan rotos que sea tan difícil (por no decir imposible) recuperarlos y repararlos.
Madrid te espera. Siempre te ha esperado. Tu familia, tus amigos de siempre. Parece que tu vida está allí, donde todo estaba formado hasta que tuviste que partir hasta una nueva y pequeña ciudad. Aquí has vivido tres años, quizá no los mejores de tu vida. Has tenido que adaptarte, crecer, caer, derramar muchas lágrimas, esforzarte y, sobre todo, vivir momentos inolvidables.
No es creer más de lo que es si digo que uno de esos momentos inolvidables fue continuo, constante. Duró un poco más de medio año y fue mágico. Doy fe. Lo sé.
Te querías ir de luna de miel a París, creer en el amor eterno y tener dos hijos. Sin darte cuenta, eres un romántico empedernido. Yo también lo sé. Lo éramos, lo vivíamos. Un amor a contracorriente, contra viento y marea.

Y ahora, haciendo esta sutil tontería me doy cuenta de que ¿qué más da lo que hayas sido o dejado de ser en un pasado?
Cuántas cosas habrán pasado por tu mente y, de repente, cambiado.
Pensar qué pasará si, por muy hipotético que suene, conoces a otra chica que te hace feliz, con la que decides luchar a pesar de todo. O que tal vez conviva contigo, allí, tan lejos, apartados del mundo.
Y es entonces cuando, al pensarlo, me derrumbo lentamente. Porque nadie cree que esto llegue a puerto. Somos barcos varados que no tienen destino alguno al que llegar. O eso dicen. Yo, no lo creo ni tan siquiera ahora.

No es ni un año, lo sé, es poco. Sin embargo, ha sido tan intenso, tan fantástico...
Te conozco mejor de lo que cuatro test con preguntas estúpidas puedas responder hace tres años. Te conozco mejor que a algunas que pude considerar mis mejores amigas.
Y es que cuando quieres a alguien.. el amor no tiene límites. Serías capaz de hacer hasta la bobada más estúpida con tal de conseguir una palabra, una frase que diga que te acuerdas de mí.
Tal vez el amar es cosa de tontos y aún más si los kilómetros es la distancia más grande que podamos abarcar.
En realidad, a pesar de los kilómetros que hay entre nosotros, no hemos podido conseguir luchar contra la distancia más importante: el querer y no poder. El creer que hay algo que impide que nos despertemos de un sueño.
778 kilómetros exactos que tardaría seis días y quince horas en recorrer si no parase ni un minuto para conseguir llegar a mi destino final.
778 kilómetros en ocho horas y cinco minutos de coche. Un largo recorrido. Tratar de recorrer toda España para alcanzar la meta que hubiera sido más bonita, por la que lucharía y no dejaría de creer.
Es el destino el que nos une y nos separa. Mi destino eres tú, nuestra felicidad. Tú.
Cuando todo estaba desgastado ya, cuando no entendía las palabras porque nadie las encontraba o no se podían traducir.
Cuando creí que estaba tan rota que perdí la esperanza de creer en lo que quería.
La tarde se turnó fría. Hace sol por el día. Parece llover en los momentos menos pensados.
Días de prisa, tardes de lluvia vertida en las cubiertas de grandes rascacielos.
Cielos y espadas que luchan contra el viento, contra la brisa negruzca que cubre el garzo cielo que sólo desde lo más alto se puede divisar.
Ciudad llena de melancolía, de recuerdos, de ganas, de vida.

Y hay que ver cómo pasa el tiempo, recorriendo por momentos.
Sin pensarlo ya no eres una niña, eres más adulta, más mayor. Lo que antes eran tradiciones ahora ya no lo son, ni tan siquiera las recuerdas.
Un año más, uno más en el que, muchos de esos momentos tan malos, el tiempo, que es el que mejor nos conoce, se los llevará.
Pero conocerás miles de situaciones, de momentos que tu mente grabará, que dejará muy dentro de tu memoria como una etapa más.
Nueva vida y, por lo tanto, nuevas sensaciones y emociones que te harán brillar aún más.

[To be continued some day, one day at a time. Maybe. Why not?]

domingo, 4 de septiembre de 2011

Cuenta atrás

Ahora comienza el volar sola. Ahora empieza la verdadera cuenta atrás y la posterior contrarreloj.
Deberé caerme por pequeños precipicios para luego ascender hasta la más alta cumbre.
Comienzos, giros inesperados. Acciones tan cotidianas del día a día que se tornarán en sucesivos (y tan sólo) pensamientos.
Si dicen que las cosas cambian ahora cambiarán mucho más de lo que cuentan.
Comenzarán nuevos períodos, nuevas etapas...Todo será nuevo.
Será nuevo hasta el más bonito amanecer.

Diálogos con el Maestro: La tragedia

Por qué existe tanta tragedia y tanta miseria en el mundo?
-La tragedia y la miseria son dos cosas diferentes, dos temas que requieren largo tiempo para ser tratados. ¿Sobre cuál de los dos prefieres que hablemos? -De momento, sobre la tragedia. ¿Por qué sufre el hombre? -Echa un vistazo a la Biblia y encontrarás la siguiente reflexión:

«Lo que es bueno viene de ti, ¡oh, mi Señor! Lo que es malo tambiénviene de ti, mi Señor. Por tanto, ¿que he de temer?». -Aun así, sufrimos. -Sin duda. Pero toma en consideración lo siguiente: de diez problemas que tenemos, nueve son creados por nosotros mismos, a través de la culpa, del autocastigo, de la autocompasión.

Sin embargo, de vez en cuando aparece un gran obstáculo ennuestro camino, que fue colocado allí por Dios y que tiene una única razón. Y esta razón no es otra que darnos una oportunidad de cambiar todo, de caminar hacia adelante.

¿Qué es, entonces, la tragedia? Un cambio radical en nuestras vidas, siempre ligado al mismo principio: la pérdida.

El sufrimiento es siempre el resultado de una pérdida, sea de alguieno de algo, como la salud, la belleza o las condiciones financieras favorables.

Cuando estás ante una pérdida, no sirve de nada intentar recuperarlo que ya se fue. Por otro lado, un gran espacio se ha abierto en tu vida, y allí está, vacío, esperando ser llenado con algo nuevo. En el momento de la pérdida, por más contradictorio que parezca, tú estás ganando una gran porción de libertad.

Pero la mayoría de los hombres, cuando sucede la tragedia, llenanese espacio dejado por la pérdida con dolor y amargura. No piensan nunca que existen otras maneras de hacer frente a lo inevitable. -¿Por ejemplo? -En primer lugar, aprendiendo la gran lección de los sabios: la paciencia, la seguridad de que todo -bueno o malo- es transitorio en esta vida. En segundo lugar, utilizando este súbito cambio de rumbo para dedicar sus días a esas nuevas cosas que siempre soñó hacer. -Está claro en lo que se refiere a cosas materiales. Pero, ¿y la muerte de alguien? -En lo que se refiere a la muerte ya hemos conversado mucho, y sabes que ella no existe para aquel que se fue; esta persona está disfrutando las delicias de una transformación radical.

La sensación de muerte existe solamente para quien se queda aquí.Todo ser querido, al partir, se transforma en nuestro protector; después de pasado el periodo de duelo, debemos alegrarnos porque estamos más protegidos que antes. Igualmente, un día estaremos del otro lado, protegiendo a las personas que amamos aquí. -Y aquellos a quienes odiamos... -Exactamente lo que imaginas. Quedan sujetos a nosotros por el sentimiento de la amargura. Por eso Jesús dijo: «Antes de ir al templo, vuelve y perdona a tu hermano». Es necesario estar lavando constantemente el alma con el agua del perdón. -Volviendo a la tragedia... -Existe algo que es imposible medir y es la intensidad del dolor. Sabemos que una persona está sufriendo porque ella nos lo cuenta, pero no podemos evaluar exactamente cuánto está sufriendo. Muchas veces intentamos comparar la actitud de una persona ante la tragedia y terminamos por juzgarla más fuerte o más débil de lo que realmente es. No compares el dolor ajeno con nada; solo quien está sufriendo sabe por lo que está pasando.

Por consiguiente, cuando la tragedia inevitable aparece, es precisorecordar estos tres puntos: aprovechar la libertad de la pérdida, no juzgar el dolor y aprender el arte de la paciencia. Ella destruirá nueve décimas partes de aquello que tú eres, pero la décima parte restante te transformará en una persona infinitamente más fuerte.

-Paulo Coelho