miércoles, 30 de noviembre de 2011

HVDT

Todos hablamos mucho cuando nos cuentan cosas parecidas que les ocurre a otras personas. No sé por qué, pero nunca pensamos que puede sucedernos a nosotros y, en cambio, el día menos pensado.. ¡pam! te toca a ti, como si te hubieras traído mala suerte tú sola. Tienes que arreglar cuentas con tu orgullo y tus ganas de seguir con él.. ¡Pero que coñazo! Siempre he sido una negada en matemáticas. Y además, en el amor no existen ecuaciones ni operaciones.. No existe el contable de los sentimientos o el asesor financiero del amor. ¿Qué ocurre, que hay que pagar un impuesto para ser feliz? Si fuera verdad, lo pagaría a gusto...
Lo peor de todo es que le echo de menos.. Estoy en el puente, paro el coche y bajo. Me acuerdo de esa noche, esos besos... Veo nuestro candado y me acuerdo de cuando arrojó la llave. Era una promesa Step. ¿Tan dificil era mantenerla?

martes, 22 de noviembre de 2011

Los cinco sentidos de mi infancia (práctica)

La nostalgia me ha atrapado y he decidido abrir un viejo baúl ya olvidado. Para mi sorpresa, encuentro un traje de color plata, es un vestido que usé para bailar en unas fiestas del colegio. Rozo con mi mano suavemente su tela y es suave, delicada. Sus hilos son finos y, sin embargo, sigue intacto tras más de diez años doblado en el cajón.

Al levantar el vestido, no me he dado cuenta de que se han caído unos cuantos ''gomets'', esas pegatinas de múltiples tonalidades y diferentes figuras que ya no me acuerdo para qué se empleaban. Círculos rojos, cuadrados azules, estrellas amarillas y triángulos verdes me transportan a una esfera distinta, a ese antiguo universo de arcoiris y pegatinas de colores donde no había preocupación alguna y yo vestía uniforme azul marino.

Oigo el timbre e inmediatamente bajo corriendo las escaleras de mis recuerdos. Comienza a emerger en mi cabeza el griterío de los niños que están jugando en el patio. Y yo, como una más, me uno a ellos. Empiezo a correr de un lado a otro. A lo lejos, se oye la música de otras niñas que están bailando, pero yo decido seguir jugando.

Si salgo por la puerta pequeña del colegio, empiezo a olor ese dulce aroma de ''El Valenciano'', esa pastelería donde cada día tomaba mi napolitana de chocolate. Siento el chocolate caliente del bollo recién horneado fundiéndose en mi boca.
Me sorprendo comprobando que hay cosas que nunca cambiarán.

Vuelvo a ser pequeña y, por lo tanto, vuelvo a comprar esos cromos de los Simpson que si acercas tu nariz a ellos su olor es distinto. Hay unos que huelen a rosquillas, otros a hierba y otros a pizza. ¡Qué invento tan original!

Paso por delante de la mercería donde cada tarde llevaba a mi madre a comprarme distintas horquillas y diademas solo por tenerlas diferentes. El olor al entrar en esa vieja tienda es inconfundible y, aunque hayan pasado tantos años desde entonces, lo reconocería inmediatamente.
Es cerrado, viejo, pero huele a todos y cada uno de los botones, hilos, pendientes y gomas del pelo que sus cajitas encierran.
Al igual que mi memoria, que encierra selectivamente esos pequeños pero tan valiosos recuerdos.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Diario de una vida en Madrid. 6. Palacio de Oriente

Me siento en un banco de piedra blanca caliza intentando buscar algo de relajación para este intenso fin de semana que ya ha terminado.

La brisa acaricia mi pelo dejando una suave sensación y una leve sonrisa en mi rostro.

Oigo un rugido procedente del cielo y alzo la vista.

Grisáceo sobre mi cabeza, me cercioro de que va a llover. Adoro la lluvia, sus gotas cayendo sobre mi ropa.

Parejas abrazadas, niños que corretean por este inmenso patio adornado con una fuente, grupos de estudiantes que caminan admirando el esplendor de un palacio que se levanta frente a mis ojos… y luego yo.

En un extremo del suelo arenoso, me distraigo escribiendo sobre un mapa de metro mis pequeños pensamientos.

Ha caído una gota, y al lado, una hoja que recorre las baldosas de este suelo arenoso.

El murmullo de la fuente acompaña mi ansiado retiro y me hace sentir que, aquí, en este nublado domingo, puedo estar alejada un rato del constante ritmo frenético de Madrid.

Pienso en cómo he llegado a parar aquí. Es bonito, majestuoso el Palacio de Oriente. Se alza sobre mí dibujando protección y anhelo de libertad.

Está lloviendo. Me resguardo bajo un gran árbol de los jardines de Sabatini.

De repente, imagino en el balcón de su cuarto piso a una triste princesa varios siglos atrás, anhelando la presencia de su amado y reclamando libertad. Tiene todo, desde lo más alto se puede contemplar Madrid, pero no encuentra la felicidad.

No sé cómo he acabado deteniéndome en tan remoto pensamiento pero eso demuestra que desde aquí, desde este banco en un extremo de Madrid, cualquier historia es posible.

Los pájaros están sobrevolando tan grandioso edificio. Ya ha dejado de llover.

Como si fuera la primera vez. Paulo Coelho

Quiero creer que voy a observar este nuevo año como si fuese la primera vez que desfilan 365 días ante mis ojos. Ver a las personas que me rodean con sorpresa y asombro, alegre por descubrir que están a mi lado compartiendo una cosa llamada amor, de lo que se habla mucho y se entiende poco.

Subiré al primer autobús que pase, sin preguntar a dónde va, y me bajaré en cuanto vea algo que me llame la atención. Pasaré por delante de un mendigo que me pedirá una limosna. Tal vez le dé o tal vez piense que se lo gastará en bebida, y siga adelante, oyendo sus insultos y entendiendo que esa es su forma de comunicarse conmigo. Pasaré por delante de alguien que está intentando destrozar una cabina telefónica. Tal vez intente impedírselo o tal vez entienda que hace eso porque no tiene con quién hablar al otro lado de la línea, y de esa forma intenta espantar su soledad.

En cada uno de estos 365 días observaré todo y a todos como si fuese la primera vez, sobre todo las cosas pequeñas, a las que ya estoy tan acostumbrado que he olvidado la magia que las envuelve. Las teclas de mi ordenador, por ejemplo, que se mueven con una energía que no comprendo. La página que aparece en la pantalla y que hace mucho que no se manifiesta de manera física, aunque yo crea que estoy escribiendo en una hoja en blanco, donde es fácil corregir con solo pulsar una tecla. Al lado de la pantalla del ordenador se acumulan algunos papeles que no tengo paciencia para poner en orden, pero si descubriera que esconden novedades, todas estas cartas, impresos, recortes, recibos ganarían vida propia y tendrían historias curiosas que contarme, sobre el pasado y el futuro. Tantas cosas en el mundo, tantos caminos recorridos, tantas entradas y salidas en mi vida.

Voy a ponerme una camisa que suelo llevar y por primera vez voy a fijarme en su etiqueta y en la forma en que fue fabricada, y voy a intentar imaginar las manos que la diseñaron, así como las máquinas que transformaron ese diseño en algo material, visible.

Incluso las cosas a las que estoy habituado, como el arco y las flechas, la taza de café de la mañana, las botas que después de tanto uso se transformaron en una extensión de mis pies, se revestirán del misterio del descubrimiento. Que todo lo que toque mi mano, vean mis ojos, pruebe mi boca sea ahora diferente, aunque haya sido igual durante muchos años. Así dejarán de ser naturaleza muerta y pasarán a transmitirme el secreto para estar conmigo tanto tiempo, y manifestarán el milagro del reencuentro con emociones que la rutina ya había desgastado.

Quiero mirar por primera vez al sol, si mañana hace sol; a las nubes, si mañana está nublado. Por encima de mi cabeza existe un cielo al que la humanidad entera, a lo largo de miles de años de observación, dio una serie de explicaciones razonables. Después olvidaré todas las cosas que aprendí respecto a las estrellas, y estas se transformarán de nuevo en ángeles, o en niños, o en cualquier cosa que me apetezca creer en el momento.

El tiempo y la vida han ido transformando todo en algo perfectamente comprensible, y yo necesito del misterio, del trueno que es la voz de un dios encolerizado, y no una simple descarga eléctrica que provoca vibraciones en la atmósfera. De nuevo quiero llenar de fantasía mi vida, porque un dios encolerizado es mucho más curioso, interesante y aterrador que un fenómeno físico.

Y, por último, quiero verme a mí mismo, cada uno de estos 365 días, como si fuese la primera vez que estuviese en contacto con mi cuerpo y mi alma. Quiero ver a esta persona que camina, que siente, que habla como cualquier otra; quiero admirar sus gestos más simples, como conversar con el cartero, abrir la correspondencia, contemplar a su mujer durmiendo a su lado mientras se pregunta con qué estará soñando.

Y así seguiré siendo lo que soy y lo que me gusta ser: una constante sorpresa para mí mismo. Este yo que no fue criado por mi padre ni por mi madre ni por mi escuela, sino por todo aquello que he vivido hasta hoy, he olvidado de repente y estoy descubriendo de nuevo.



-PAULO COELHO

sábado, 29 de octubre de 2011

Aspiramos a la felicidad eterna

Aspiramos a la felicidad eterna, la buscamos en las cosas más ínfimas:

Gracias por una de las mejores noches de mi vida. Lo seguiré creyendo también en el futuro .
Hasta hoy no me había detenido a pensar que mi felicidad eres tú.
Te quiero

28 May, 05:09

Amor, ya no eres un nombre, ahora tienes dos apellidos, has pasado a ser casi un desconocido y yo no lo he impedido.

Un te quiero más grande que todo el universo.

Por echar de menos…echo de menos hasta sus pasos.

Y es que yo te he echado de menos, me has hecho feliz cada día y cada instante, arriesgaría todo por estar contigo. Tú, te, contigo, la única forma de la felicidad

Observar, con los ojos empañados en lágrimas, cómo la felicidad escapa, corre, huye de ti y tú no puedes hacer nada, tan solo esperar porque quieres creer que algún día volverá.

Los sueños, sueños son, pero el futuro es quien decide.

Si algún día recuerdas lo que hiciste, recuerda también lo feliz que llegué a ser contigo.. la persona más feliz del mundo, no miento.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Diario de una vida en Madrid. 5. Lorenzo Díaz

Y ahí estaba yo, sentada frente a un periodista del que pocas veces había oído hablar y que, sin embargo, era tan importante.

Parecía humilde, nervioso y eficaz en su trabajo. ‘’No hay duda de ello’’, pensé,’’ si trabaja con Carlos Herrera debe ser realmente bueno’’.

Tan solo estuvimos cinco minutos con él y todo gracias a nuestro profesor. La sensación, los nervios que experimenté no me permitieron atender completamente a todas sus palabras. Pero pude retener en mi mente aquellas más importantes: ‘’vocación’’, ‘’dedicación’’, ‘’constancia’’ y ‘’trabajo’’.

He de reconocer que me impresionó, que cuando escuchas a alguien por la radio, la mayoría de las veces no sueles conocer su aspecto físico. Bajito, pelo marrón entrecano, un botón de la americana mal abrochado y las manos que expresaban nerviosismo. Así es Lorenzo Díaz. No le reconocería si me hubiera cruzado alguna vez con él, probablemente lo que le pase a la mayoría de sus oyentes, pero su tono de voz, inconfundible demuestra que se trata de un buen periodista.

Lorenzo Díaz, el primer periodista que conozco externo a mi Universidad… y no será el último.

miércoles, 12 de octubre de 2011


Nos engañamos y hasta el momento no nos hemos dado cuenta.
Creemos que podemos vivir así pero no podemos continuar con nuestra vida.
Me quieres, te quiero; de eso no cabe duda. Me engaño, te engañas; vivimos algo que ya no es nuestro.
Creer que podemos, ver que sufrimos, darse cuenta de cómo todo se viene abajo y nosotros, sin embargo, no hacemos nada.
No sabemos ni hasta dónde llegar, ni dónde parar, no tenemos un punto medio, tenemos un mal destino o, quizá, di que nos querremos toda la vida.

martes, 11 de octubre de 2011

¿Una despedida.. más?

¿Qué se le dice a la persona de la que estás enamorada en una despedida? ¿Cómo te despides sabiendo que ese adiós indica un ‘’hasta siempre’’?

Aún no lo he asimilado y, sin embargo, ya sé todo a lo que eso conlleva. Conlleva a tener que seguir mi camino con tantas piedras en cada paso, a que la cuesta arriba sea muy empinada, a que cada anochecer no sea esperando un ‘’¿Qué tal?’’, a que se te corte la respiración sabiendo que algún día llegará.

El tener y querer, sin embargo es no tener aun queriendo como al que más.

Mis días son tuyos, mis noches, eternas. Te echo de menos y, en cambio, ya no es lo mismo. Cuatro meses sin apenas acariciar una sonrisa, sin ver su imagen, su figura, sin oler su perfume.

Cuatro meses, que sin embargo, se vierten en cuatro días para volverle a ver. ¿Y era esto lo que queríamos? ¿No íbamos a dejar de vernos? El futuro, el destino y la casualidad, todos en uno, nos retan a que volvamos a ser uno, si no ¿de qué sirve seguir así?

lunes, 10 de octubre de 2011

Darse cuenta de lo inevitable


Cuando te das cuenta de que ya nada merece la pena, de que todo lo pasado pertenece a otra época. Que ya no tienes tiempo, que nada es tuyo.

Cuando te das cuenta de que ya le has perdido, que él no es tuyo, que no eres suya. De que le quieres más que a nadie, que seguirías luchando por él cada minuto de tu vida, pero al final ya todo ha cambiado.

Me doy cuenta de que he perdido su colonia, su olor ya no está rozándome; sus besos no son los mismos y quizá…quizá ya no me quiere.

No es un adiós, sino un hasta siempre… o un hasta luego.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Rarezas

De repente no entendía nada. Ni tan siquiera estaba segura de saberlo. Era algo que tenía que venir desde mi propia imaginación y viajar hasta el infinito.

El mar estaba en calma, la noche era estrellada pero nadie podía ver lo que mis ojos ya conocían.

Me asustaba de mi misma, corría hacia la lentitud de la noche que caía con el día tronchando una amarga sonrisa.

Mi mundo era pequeño, mi corazón llamaba a la esperanza pero nadie entendía lo que en mi cabeza pasaba.

¿Dónde vas? ¿Hacia dónde corres? ¿Cuál es tu misión si nunca buscas un objetivo? Vivir sin miedo, viajar luchando, no temer al fin que corre por el firmamento.

sábado, 1 de octubre de 2011

Diario de una vida en Madrid. 4. Un hombre solitario y singular

Un hombre solitario y singular que camina frecuentemente por Gran Via se adentra en las entrañas del subterráneo de Callao. Siempre con maletín, corbata o una flor.

Apresuradamente baja las escaleras y, como si de un golpe de suerte se tratara, coge el convoy que está a punto de salir.

Se sienta siempre en el mismo asiento, frente a mí. Quizá manías de los dos. Hace ya mucho tiempo que coincido con él, su rostro es amable aunque algo cansado.

Quizá es un empresario que se dirige a otra reunión o un padre de familia atareado que se pasa el día en la oficina. En ambos casos, su rostro sólo refleja el certero pasado de la felicidad.

Conozco todos sus rasgos, así como sus movimientos. Él debe saber que yo siempre le observo, me produce a veces ternura.

A su lado, unas veces se sienta una niña agarrada a la mano de su madre, otras un inmigrante subsahariano y otras veces un estudiante con prisa. Yo me he fijado pero él sigue impasible en cada nueva parada de metro.

Han pasado ya seis estaciones, ha llegado a su destino el cual prefiero no desvelar para no revelar su identidad.

Quizá soy una soñadora inconformista, pero ¿debemos conformarnos, sin embargo, con no soñar?

jueves, 29 de septiembre de 2011

Diario de una vida en Madrid: 3. Nunca llueve

Parece ser que fuera no llueve. Lo han podido comprobar mis ojos quienes, decepcionados al mirar hacia la azotea del piso noveno, ven asomarse n cielo espléndido sin una sola nube dibujada.

Echo de menos esas gotas sobre el cristal de mi ventana en mi habitación en mi ciudad.

Aquí todo es nuevo y no parece que quiera haber muchas nubes ni tan siquiera haya una tregua entre el sol y el cielo que me permitan ganar la partida.

Me he tumbado escuchando canciones que hacen de esta oscura y triste habitación una caricatura de mi vida en León.

Cuando casi dormida estaba, me ha asaltado un ruido estruendoso. Rápidamente, mis ojos han despertado de esa melodía ensoñadora y he vuelto a escuchar atentamente. Esta vez me han vuelto a decepcionar mis sentidos, no era más que las atormentantes ruedas de un carrito de la limpieza a su paso frente a mi puerta.

En el metro, estaba concentrada en mi lectura para la Universidad y un señor se ha acercado hasta mi vagón para decir algo. Su cara estaba demacrada y él ya bastante delgado con ropas gastadas pero su tono de voz era fuerte. Nadie le ha atendido, o eso parecía. De su boca han comenzado a salir unos tristes pero realistas versos. Hablaba con rima consonante sobre la situación de España en estos momentos y, más prudentemente, de la situación que estaba atravesando él mismo.

Repito, nadie ha parecido escuchar, ni tan siquiera yo. Pero no es verdad, sigilosamente, paré mi lectura y me dispuse a escuchar tan triste realidad. Me hubiera gustado hacerle algún donativo, pero mi economía de estudiante no me lo permite, tampoco llevaba dinero suelto.

Me he dado cuenta de tantas cosas en tan poco tiempo…

Hoy tampoco ha llovido. Eso me recuerda que no estás y todo ello es porque, cuando llovía, la lluvia te traía a mis brazos.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Diario de una vida en Madrid: 2.Personas del metro

Un hombre solitario y singular que camina frecuentemente por Gran Via se adentra en las entrañas del subterráneo de Callao. Siempre con maletín, corbata o un flor.

Apresuradamente baja las escaleras y, como si de un golpe de suerte se tratara, coge el convoy que está a punto de salir.

Se sienta siempre en el mismo asiento, frente a mí. Quizá manías de los dos. Hace ya mucho tiempo que coincido con él, su rostro es amable aunque algo cansado.

Quizá es un empresario que se dirige a otra reunión o un padre de familia atareado que se pasa el día en la oficina. En ambos casos, su rostro sólo refleja el certero pasado de la felicidad.

Conozco todos sus rasgos, así como sus movimientos. Él debe saber que yo siempre le observo, me produce a veces ternura.

A su lado, unas veces se sienta una niña agarrada a la mano de su madre, otras un inmigrante subsahariano y otras veces un estudiante con prisa. Yo me he fijado pero él sigue impasible en cada nueva parada de metro.

Han pasado ya seis estaciones, ha llegado a su destino el cual prefiero no desvelar para no revelar su identidad.

Quizá soy demasiado observadora, quién sabe. O tal vez una mera soñadora.

¿Debemos conformarnos, sin embargo, con soñar?

lunes, 19 de septiembre de 2011

Bipolaridad anestesiada con canciones

Esta tarde fría de verano se ha teñido de color naranja pardo.

Me siento frente al televisor y por más que intento darme cuenta de algo no encuentro ninguna razón que me designe un porqué.

Estamos aquí. Yo aquí, tú allí. Tú aquí, yo allí. Nunca coincidimos. Trato de ver lo imposible, pero lo imposible se hace eterno.

Rememoro el pasado tomando aire, exhalando muy profundo. Me doy cuenta de que nada existe, de que esta realidad es ilusoria y a veces me hace ser víctima de una situación pueril.

¿Adónde llego para rebobinar hacia el pasado, que se vuelva más nítido? Tan sólo necesito tu mano, que me saque de aquí, para ser feliz.

¿En qué punto exacto olvidamos nuestra felicidad? Buscamos lo imposible de la ineptitud de nuestras acciones.

Aún así ya sabes que yo sigo aquí, que te sigo esperando como un niño espera ese globo que se le fue rápidamente de las manos y, mirando al cielo, espera que regrese. Quizá el globo no regrese, pero yo tengo la mísera esperanza de que tal vez nuestra flor sí.

Voy pasando las páginas del calendario. Refugio mis abrazos vacíos en el aire de esta fría y oscura habitación.

Intento de olvidar entre otros brazos ajenos pero ninguno se parece a ti, por eso parece una realidad irrisoria tan continuamente.

No puedo seguir así, confieso seguir sin lucha alguna hacia la felicidad, la eternidad; pero algo me dice que a caso volverás.

¿Qué hago yo aquí, contando los días que quedan para volverte a ver?Es rara la sensación pues creo que ya no regresaré. Quise creer que ahora se volvería todo perfecto. He de reconocer que sí que soy feliz, mucho; pero un vacío en mi alma sigue inhabitable. Nadie puede albergar en él toda la capacidad de amar que tuve. Por eso sigo aquí, impasible a otros besos que me dicen que no estás.

Aunque no me puedas ver, quiero que sepas que yo siempre estaré. Que no hace falta ver para creer. Basta creer.

martes, 13 de septiembre de 2011

Diario de una vida en Madrid: 1. El Retiro e impresiones


Detengo la música. Camino ensimismada en mis sueños. Quiero sentarme pero se me adelanta un padre con su hijo.
Qué parque tan grande y tan bonito.
En mi ciudad no existen parques así, ocuparían una manzana de casas.
Es la primera vez que vengo sola. Quiero contagiarme del sol, de la hierba recién cortada, del agua que emana su gran estanque, de los ciclistas que pasean respirando su aire bien profundo y de cada ancianito que, sentado en un banco, intenta recordar su pasado.
Me gusta imaginar que en uno de éstos se encuentra reposado un viejo escritor ya olvidado. Trato de pensar como él, procurando fijarme en el caminar pausado y ligero de las personas que, parece, cuando entran a este lugar repleto de naturaleza, encuentran la paz que añoran en este estrepitoso modo de vida que rebosa la capital.
Me incomodo y miro hacia atrás y sujeto bien mi bolso no vaya a ser que alguien me lo arrebate.
Me gusta este silencio, tan sólo se oye el sonido de las pisadas al pasar y el cortacésped unos metros más lejos aunque, de vez en cuando, el ruido de una sirena interrumpe mi intencionada relajación.
Me gusta esta ciudad. Hace mucho calor, es cerrada, llena de humo y constantemente en movimiento. A veces, llega a ser demasiado insegura y otras, te pierdes en sus interminables recovecos. Pero, a pesar de todo lo malo que pueda albergar, encuentro en ella el anonimato que a veces uno necesita, la diversidad cultural, un grupo de músicos que sólo piden a cambio de entonar una melodía en el metro o en la calle unas monedas.
Encuentras multitud de caras, todas ellas distintas y ninguna se parece.
Un niño en el metro me mira constantemente desde su sillita y, de repente, me sonríe. Miro hacia mi alrededor pero no hay nadie más que le mire.
La madre parece estar agotada tras una larga jornada con su hijo. Parece ser filipina, pero no debe pasar verdaderas necesidades. Puedo comprobar ésto al dar la madre una galleta al niño y luego darle otras tres más y un zumo que éste rechaza.
Quizá son prejuicios míos, pero es lo que a mi parecer es. Además, es tan fácil imaginar en esta ciudad...
Aquí consigo olvidar todo aquello que me congestiona en la ''provincia''. Así es como han llamado mis profesores a las demás ciudades que no son la capital. Siento como si procediera de un pueblo. Resulta extraño. Aquí encuentro la inmensidad, lo magnánimo.
Adorar esta ciudad es poco, aunque sea cansada.
Aunque es inevitable no recordar a las personas que he dejado en mi pequeña ciudad, mis viejos amigos, mi familia. Muchos de ellos se incorporarán a vivir aquí, otros tardaré meses en verlos. Pero se trata de madurar, de cerrar una etapa para abrir otra completamente nueva, con cambios. En esta gran ciudad.

lunes, 5 de septiembre de 2011

La felicidad son seis días y quince horas caminando


Le temías a la soledad y ya la tienes. No es que yo haya querido forzarte a ello, más bien has querido tú. Has desechado todas las ideas de un futuro que parecía prometedor. Y todo, parece ser, que más bien para nada. No te culpo de nada, tan sólo a tu miedo empedernido que destroza miles de planes y promesas por hacer.
Ni tan siquiera hace un año que nos conocemos. Sería de ingenuos tratar de formar parte de un mundo anterior, de un universo al que yo no pertenecía. Pero ahora sí. Ahora puedo inmiscuirme en ese pequeño mundo paralelo que hemos creado hace nueve meses.
Siempre fue un defecto tuyo la impaciencia, el no saber esperar a lo que tenga que pasar y el orgullo. Maldito orgullo. El que a veces (o siempre) dice que no hay vuelta atrás.
Y esas son las causas de que estos pedazos estén esparcidos y tan rotos que sea tan difícil (por no decir imposible) recuperarlos y repararlos.
Madrid te espera. Siempre te ha esperado. Tu familia, tus amigos de siempre. Parece que tu vida está allí, donde todo estaba formado hasta que tuviste que partir hasta una nueva y pequeña ciudad. Aquí has vivido tres años, quizá no los mejores de tu vida. Has tenido que adaptarte, crecer, caer, derramar muchas lágrimas, esforzarte y, sobre todo, vivir momentos inolvidables.
No es creer más de lo que es si digo que uno de esos momentos inolvidables fue continuo, constante. Duró un poco más de medio año y fue mágico. Doy fe. Lo sé.
Te querías ir de luna de miel a París, creer en el amor eterno y tener dos hijos. Sin darte cuenta, eres un romántico empedernido. Yo también lo sé. Lo éramos, lo vivíamos. Un amor a contracorriente, contra viento y marea.

Y ahora, haciendo esta sutil tontería me doy cuenta de que ¿qué más da lo que hayas sido o dejado de ser en un pasado?
Cuántas cosas habrán pasado por tu mente y, de repente, cambiado.
Pensar qué pasará si, por muy hipotético que suene, conoces a otra chica que te hace feliz, con la que decides luchar a pesar de todo. O que tal vez conviva contigo, allí, tan lejos, apartados del mundo.
Y es entonces cuando, al pensarlo, me derrumbo lentamente. Porque nadie cree que esto llegue a puerto. Somos barcos varados que no tienen destino alguno al que llegar. O eso dicen. Yo, no lo creo ni tan siquiera ahora.

No es ni un año, lo sé, es poco. Sin embargo, ha sido tan intenso, tan fantástico...
Te conozco mejor de lo que cuatro test con preguntas estúpidas puedas responder hace tres años. Te conozco mejor que a algunas que pude considerar mis mejores amigas.
Y es que cuando quieres a alguien.. el amor no tiene límites. Serías capaz de hacer hasta la bobada más estúpida con tal de conseguir una palabra, una frase que diga que te acuerdas de mí.
Tal vez el amar es cosa de tontos y aún más si los kilómetros es la distancia más grande que podamos abarcar.
En realidad, a pesar de los kilómetros que hay entre nosotros, no hemos podido conseguir luchar contra la distancia más importante: el querer y no poder. El creer que hay algo que impide que nos despertemos de un sueño.
778 kilómetros exactos que tardaría seis días y quince horas en recorrer si no parase ni un minuto para conseguir llegar a mi destino final.
778 kilómetros en ocho horas y cinco minutos de coche. Un largo recorrido. Tratar de recorrer toda España para alcanzar la meta que hubiera sido más bonita, por la que lucharía y no dejaría de creer.
Es el destino el que nos une y nos separa. Mi destino eres tú, nuestra felicidad. Tú.
Cuando todo estaba desgastado ya, cuando no entendía las palabras porque nadie las encontraba o no se podían traducir.
Cuando creí que estaba tan rota que perdí la esperanza de creer en lo que quería.
La tarde se turnó fría. Hace sol por el día. Parece llover en los momentos menos pensados.
Días de prisa, tardes de lluvia vertida en las cubiertas de grandes rascacielos.
Cielos y espadas que luchan contra el viento, contra la brisa negruzca que cubre el garzo cielo que sólo desde lo más alto se puede divisar.
Ciudad llena de melancolía, de recuerdos, de ganas, de vida.

Y hay que ver cómo pasa el tiempo, recorriendo por momentos.
Sin pensarlo ya no eres una niña, eres más adulta, más mayor. Lo que antes eran tradiciones ahora ya no lo son, ni tan siquiera las recuerdas.
Un año más, uno más en el que, muchos de esos momentos tan malos, el tiempo, que es el que mejor nos conoce, se los llevará.
Pero conocerás miles de situaciones, de momentos que tu mente grabará, que dejará muy dentro de tu memoria como una etapa más.
Nueva vida y, por lo tanto, nuevas sensaciones y emociones que te harán brillar aún más.

[To be continued some day, one day at a time. Maybe. Why not?]

domingo, 4 de septiembre de 2011

Cuenta atrás

Ahora comienza el volar sola. Ahora empieza la verdadera cuenta atrás y la posterior contrarreloj.
Deberé caerme por pequeños precipicios para luego ascender hasta la más alta cumbre.
Comienzos, giros inesperados. Acciones tan cotidianas del día a día que se tornarán en sucesivos (y tan sólo) pensamientos.
Si dicen que las cosas cambian ahora cambiarán mucho más de lo que cuentan.
Comenzarán nuevos períodos, nuevas etapas...Todo será nuevo.
Será nuevo hasta el más bonito amanecer.

Diálogos con el Maestro: La tragedia

Por qué existe tanta tragedia y tanta miseria en el mundo?
-La tragedia y la miseria son dos cosas diferentes, dos temas que requieren largo tiempo para ser tratados. ¿Sobre cuál de los dos prefieres que hablemos? -De momento, sobre la tragedia. ¿Por qué sufre el hombre? -Echa un vistazo a la Biblia y encontrarás la siguiente reflexión:

«Lo que es bueno viene de ti, ¡oh, mi Señor! Lo que es malo tambiénviene de ti, mi Señor. Por tanto, ¿que he de temer?». -Aun así, sufrimos. -Sin duda. Pero toma en consideración lo siguiente: de diez problemas que tenemos, nueve son creados por nosotros mismos, a través de la culpa, del autocastigo, de la autocompasión.

Sin embargo, de vez en cuando aparece un gran obstáculo ennuestro camino, que fue colocado allí por Dios y que tiene una única razón. Y esta razón no es otra que darnos una oportunidad de cambiar todo, de caminar hacia adelante.

¿Qué es, entonces, la tragedia? Un cambio radical en nuestras vidas, siempre ligado al mismo principio: la pérdida.

El sufrimiento es siempre el resultado de una pérdida, sea de alguieno de algo, como la salud, la belleza o las condiciones financieras favorables.

Cuando estás ante una pérdida, no sirve de nada intentar recuperarlo que ya se fue. Por otro lado, un gran espacio se ha abierto en tu vida, y allí está, vacío, esperando ser llenado con algo nuevo. En el momento de la pérdida, por más contradictorio que parezca, tú estás ganando una gran porción de libertad.

Pero la mayoría de los hombres, cuando sucede la tragedia, llenanese espacio dejado por la pérdida con dolor y amargura. No piensan nunca que existen otras maneras de hacer frente a lo inevitable. -¿Por ejemplo? -En primer lugar, aprendiendo la gran lección de los sabios: la paciencia, la seguridad de que todo -bueno o malo- es transitorio en esta vida. En segundo lugar, utilizando este súbito cambio de rumbo para dedicar sus días a esas nuevas cosas que siempre soñó hacer. -Está claro en lo que se refiere a cosas materiales. Pero, ¿y la muerte de alguien? -En lo que se refiere a la muerte ya hemos conversado mucho, y sabes que ella no existe para aquel que se fue; esta persona está disfrutando las delicias de una transformación radical.

La sensación de muerte existe solamente para quien se queda aquí.Todo ser querido, al partir, se transforma en nuestro protector; después de pasado el periodo de duelo, debemos alegrarnos porque estamos más protegidos que antes. Igualmente, un día estaremos del otro lado, protegiendo a las personas que amamos aquí. -Y aquellos a quienes odiamos... -Exactamente lo que imaginas. Quedan sujetos a nosotros por el sentimiento de la amargura. Por eso Jesús dijo: «Antes de ir al templo, vuelve y perdona a tu hermano». Es necesario estar lavando constantemente el alma con el agua del perdón. -Volviendo a la tragedia... -Existe algo que es imposible medir y es la intensidad del dolor. Sabemos que una persona está sufriendo porque ella nos lo cuenta, pero no podemos evaluar exactamente cuánto está sufriendo. Muchas veces intentamos comparar la actitud de una persona ante la tragedia y terminamos por juzgarla más fuerte o más débil de lo que realmente es. No compares el dolor ajeno con nada; solo quien está sufriendo sabe por lo que está pasando.

Por consiguiente, cuando la tragedia inevitable aparece, es precisorecordar estos tres puntos: aprovechar la libertad de la pérdida, no juzgar el dolor y aprender el arte de la paciencia. Ella destruirá nueve décimas partes de aquello que tú eres, pero la décima parte restante te transformará en una persona infinitamente más fuerte.

-Paulo Coelho

martes, 30 de agosto de 2011

18 FUNNY HA-HA

Pocas fotos para demasiados y tantos momentos. Fotos que sólo muestran una pequeña parte (pequeñísima) de todo lo que hemos vivido juntas.
Estar ahí cada día, con todo por delante para decir; aguantar, levantarse y volver a caer, seguir a ras del suelo; abrazar un momento concreto, una sonrisa estúpida o cuatro palabras que no significan nada. Tardes desvanecidas en el fondo de una taza de café, noches ahogadas en dos o tres copas de alcohol, fumarnos la vida, vivir el momento, lágrimas que se encuentran en el mismo bar de siempre.
Soy incapaz de imaginar un momento en el que tú no estés conmigo, a mi lado, siguiendo y guiando cada paso; riéndote por las tonterías de siempre, la rutina…
Siempre he dicho que los amigos verdaderos
son aquellos que llevan toda una vida a tu lado precisamente porque han compartido la mayor parte de tus momentos. Ahora sé que no. Ambas sabemos que una persona llega en un momento concreto a tu vida, no importa cómo. En una simple tarde puede llegar a convertirse en una de esas personas sin las que no puedes llegar a vivir. Una de esas amigas que sólo se pueden contar con los dedos de una mano.
Nos quedan muchas cosas por delante. Tantas como historias que pueden llegar a haber. Ni tan siquiera importa si esta vez ya nos separamos físicamente. Sea la distancia que sea, el tiempo que sea, habrá algo que permanecerá patente en nosotras: todo aquello que nos une.
Por eso, son dieciocho años de los que yo he podido formar parte de ellos en tan sólo la última etapa. Pero no me importa, sé que he estado ahí para todo aquello que has necesitado y cuanto has querido y así va a ser durante muchos años más, todo el tiempo que podamos.
Esto no sería una felicitación completa si no te diera las gracias por estar constantemente ahí, al otro lado del teléfono para sacarme una sonrisa o para impresionarme con tus múltiples ‘’hazañas’’. Gracias por lo que has conseguido demostrarme en tan pocos años, mi futura médico.



Eres increíble Funny, y este día es tuyo. Tus esperados 18. Muchísimas felicidades otra vez.
Te quiero muchísimo.

martes, 9 de agosto de 2011

El tiempo pasa, maduramos y cambian las cosas

Una última cosa.

No me ha hecho falta ni media hora para darme cuenta de que es verdad, que yo ya no estoy en León, prácticamente estoy en Madrid, y desde hace meses.

También me he dado cuenta de cómo van a cambiar las cosas, todo lo que me rodea. Que lo que ahora se me antoja tan simple como ver a mi madre todos los días o estudiar en mi mesa del comedor de cristal dentro de un mes ya no va a pasar, y quién sabe si ya por siempre.

Me he dado cuenta de que aquí ya no estoy, que me he instalado mentalmente en Madrid y sólo me falta el físicamente para estar ya definitivamente allí.

Y todo esto que te estarás preguntando a cuento de qué viene es para decirte que a lo mejor has hecho bien, aunque no lo sé y eso ya no lo sabremos nunca, pero me he dado cuenta de que la vida es un renovarse continuamente… ’Renovarse o morir’. Y yo, ahora mismo, me tengo que renovar, y he de empezar desde ya

Y, por supuesto, no quiero guardarte rencor ni odiarte ni nada por el estilo porque contigo he vivido mucho al igual que todo lo que he aprendido. Pero hasta ahí ha sido recorrer nuestro camino juntos, porque ahora me has soltado la mano y esto debo vivirlo yo sola y quién sabe si encontraré a alguien, esas cosas nunca se saben hasta que no suceden, pero todo lo que pase ya será en Madrid.

Por eso no quiero ni que me borres, ni que me elimines ni que me dejes de hablar. Quiero que me cuentes cómo te va todo y llegar a ser algún día amigos, buenos amigos. Aunque sólo sea por lo que un día nos unió.

A lo mejor lo que necesitaba era eso, darme cuenta de todas estas pequeñas cosas para empezar a ser lo que yo quiero llegar a ser como persona.

Por eso, por mi parte, ya no vas a recibir nada de mí que sea intencionadamente de amor. Porque lo pasado, pasado está y dejémoslo así, como algo muy bonito que duró lo que duró y que lo recordemos así, que no tengamos ningún mal recuerdo de todo esto.

Así que no sé si debería darte las gracias por la conversación de esta noche, pero si he de hacerlo lo hago. Gracias, de verdad, gracias por todo.

Esto es una despedida. Sí, lo que querías, y no te culpo de ello. Simplemente espero que todo, todo lo que te propongas lo consigas, que encuentres a la persona adecuada que te haga traspasar la barrera de los miedos y, sobre todo, que seas muy feliz con lo que haces, con tu vida, con todo; de verdad y de corazón, créeme

Creo que ya he dicho todo lo que tenía que decir y he meditado y me he quedado ya tranquila Así que esta es mi despedida. No te culpo de ello ni a ninguno de los dos. Tampoco es un adiós (aunque sí definitivo), es un hasta siempre.

domingo, 7 de agosto de 2011

Not a simple goodbye.

I can honestly say you've been on my mind since I woke up today.
I look at your photograph all the time, these memories come back to life and I don't mind.
I remember when we kissed, I still feel it on my lips; the time that you danced with me with no music playing. I remember the simple things, I remember till I cry.
But the one thing I wish I'd forget, the memory I wanna forget is goodbye.

I woke up this morning and played our song and through my tears I sang along. I picked up the phone and then put it down cause I know I'm wasting my time and I don't mind.

Suddenly my cell phone's blowing up with your ringtone. I hesitate but answer it anyway you sound so alone and I'm surprised to hear you say you remember when we kissed, you still feel it on your lips.
You remember the simple things we talk till we cry. You said that your biggest regret, the one thing you wish I'd forget is saying goodbye.

viernes, 5 de agosto de 2011

''Despedida'' es un adiós

Deja de gritarme. No creas que con palabras que chillan y acuchillan vas a tener razón. No tienes razón. Quien pretende tener razón gritando es porque sabe que así es posible que la otra persona tape sus oídos y no pueda atender a sus frases injuriosas.

Tampoco me hables con palabras malsonantes. ¿Nadie te ha explicado que así sigues sin llevar razón? Sólo consigues que te pierda el respeto y tu vocabulario pierda todo su valor.

Yo no te voy a hacer caso si no quiero, tampoco voy a responderte si me faltas al respeto. Nadie me obliga a que lo haga y tú no vas a ser menos.

Ya me cansé de estar siempre luchando contra el reloj. De esperar ansiosa a que, cada vez que abras la puerta, vengas y me abraces y me hables de los dos.

La rutina ha deshecho todos tus actos y los ha arrojado al contenedor de frases sueltas e inacabadas.

¿Cómo hemos conseguido llegar a este punto? ¿No ves que yo, que tú, pretendemos tener razón y cada palabra suena más alta que otra?

Así, solamente sigo estando triste, no te das cuenta de que mi felicidad se esfuma cada día como bofetadas en el aire.

Y, ahora, ya no queda nada. Creo que no te has dado cuenta. Deberíamos renovarnos, renovar esta casa que se queda sin cimientos sobre los que poder permanecer. Renovar nuestras voces, acudir al parque y charlar, donde no podamos discutir. Pero parece todo más importante que yo.

Ya no te acuerdas de que ayer fue mi cumpleaños. Pensé que lo harías, ilusa de mí.

A las ocho de la mañana me desperté, primero abrí un ojo y luego el otro. Estaba ilusionada pensando que me traerías el desayuno a la cama, pero sólo encontré el vacío.

Más tarde, cuando fui a trabajar, tuve que coger un taxi porque encontré una nota que decía que no podrías llevarme ya que te llevaba un compañero al trabajo.

El día en la oficina fue estresante, como siempre. Gracias por establecer esa conversación por teléfono que sólo dice que te haga para cenar un filete de lomo. ¿Y para eso me llamas al despacho? Mi secretaria me ha mirado con ojos raros y ha visto cómo yo tornaba los ojos y me dejaba caer en la silla, triste y pálida. Me ha preguntado si me pasaba algo y yo sólo me he atrevido a decir que estaba un poco cansada.

Nadie en mi oficina sabe que es mi cumpleaños, supongo que se lo imaginan porque todos los años, tal día como éste, has aterrizado en la empresa preguntando por mí y trayendo una tarta tan grande como mis carpetas. Pero hoy nadie ha preguntado si es mi aniversario puesto que ya son más de las 12 y no ha llegado ningún paquete con mi nombre. Supongo que tienen miedo a ser respondidos y creer que se han equivocado de día.

Ya he llegado a casa, estoy agotada y sólo me apetece una ducha relajante. He gritado tu nombre pero nadie me ha respondido, he sido invadida por el miedo a saber que no estás.

En la cocina una nota, y esa nota dice que has ido a casa de Mario, que hay partido de fútbol y éste ya no te lo puedes perder.

He querido hacerme ilusiones pensando que sería una excusa para comprarme un regalo o hacerme una sorpresa por mi olvidadizo cumpleaños.

Mientras te he esperado, me he sumergido en la bañera y me he preparado un baño relajante con espuma olor a frambuesa como único capricho por mi cumpleaños. No ha estado mal, han sido treinta minutos en los que he podido olvidarme de todo y desconectar de la tristeza de mi día.

Ya son las once de la noche y aún no has llegado. He decidido llamar a Laura para ir a cenar, pero resulta que ya ha salido con su marido. Así que he decidido ir yo sola a la aventura y adentrarme en ese restaurante por el que tantas veces paso y nunca se me había ocurrido entrar. Es muy bonito, tiene unas amplias puertas con cristaleras y en el último piso, según me han explicado, goza de unas buenas vistas a la ciudad.

Al maître que me ha atendido le he dicho que quiero viajar al último punto de la ciudad para ver sin ser vista, que quiero adentrarme en un mundo que parece tan profundo. Cuando me ha preguntado que si lo que quería era ir al último piso, he salido de mi pensamiento fortuito y le he contestado que sí. Hoy en día no quedan soñadores, aunque no sé de qué me quejo si yo vivo soñando en una vida que no me pertenece.

Al llegar al piso de arriba he dicho que me sitúen cerca de las ventanas, que quiero contemplar la hermosura de la ciudad. El camarero me ha mirado con un gesto de profunda tristeza y me ha respondido que, hoy en día, nadie sabe apreciar la belleza de las polis y, con ello, me ha introducido en un discurso del que no he sido partícipe por estar ya viajando entre las nubes de ácido negras de mi ciudad.

Me ha preguntado que si quería algo fresco como entrante y le he dicho que me daba igual, que hoy no es un día especial así que, que elija él. Es increíble cómo, en casi dieciséis horas que llevo despierta, he perdido las ilusiones de un día que había planeado perfecto en mi rutina.

La cena no la he degustado aunque lo hubiera parecido. He comido despacio y sin ganas. Como en un flashback, han vuelto a mi memoria todos aquellos rincones adonde me llevabas, las risas del primer encuentro o las lágrimas por una despedida, cada vez que me dabas un beso en la frente o me decías te quiero antes de acostarnos. Sin embargo, ya no queda nada de aquello, o eso creo.

He vuelto a casa y he abierto la puerta sigilosamente para no hacer ruido. He entrado en nuestra habitación y estabas roncando, tan ensimismado en tus sueños que no te has despertado.

He depositado mis zapatos rojos en la estantería de mi vestidor y he ido al cuarto de baño a desmaquillarme. No he querido, pero una lágrima ha resbalado sobre mi mejilla.

Cuando me he tumbado en la cama, me he dado la vuelta y te he dicho al oído: ‘’Hoy era mi cumpleaños y ni tan siquiera te has acordado. No sé en qué punto estamos’’.

Ha sido entonces cuando, de repente (quiero creerlo), te has despertado y me has empezado a gritar y a decir cosas feas.

No me gusta que te pongas así, has conseguido que hasta yo te haya chillado. No sé qué pensarán los vecinos de esto.

Lo he pensado mucho, y no sé en qué punto de nuestra vida estamos. No sé qué es lo que va a pasar ni por qué perdimos la ilusión.

Tú, te encerraste en el salón y has pasado la noche allí. Yo, me dormí llorando y, ahora temprano, mucho antes de ir a trabajar, estoy haciendo mis maletas. No sé si será lo correcto, tengo miedo. Pero si no lo hago ahora luego nunca seré feliz.

Ahora me quedo con tus recuerdos, intentando borrar los malos de mi memoria.

Te he querido mucho y te sigo queriendo pero comprende, amor, que la vida no es vivir bajo el mar, queriendo aguantar sin aire debajo del agua, porque llega un momento en el que te ahogas.

Me marcho. No porque haya encontrado a otro sino porque la felicidad no me ha encontrado contigo.

Siempre te querré, mi vida entera.

-Quien más te ha querido y tú no has sabido valorarlo.

jueves, 4 de agosto de 2011

Niebla, Miguel de Unamuno

Lejos de los calificativos que le han sido dados (atendiendo a éstos como ‘loco’), a Miguel de Unamuno se le puede considerar un filósofo del siglo XX. O por lo menos lo es para mí.

He de reconocer que no he leído la mayoría de sus obras y escritos pero no es necesario hacerlo para sacar la vaga conclusión de lo que es, una persona inteligente.

Basta observar cómo, con impecable pulcritud, dialoga con sí mismo a través de los personajes creados.

Niebla es el último libro que he podido disfrutar de este autor.

Profundiza sobre los valores de la vida, el amor, la muerte, Dios, la filosofía.

A través del amor, Unamuno se adentra en el misterio de descubrirlo, de seguir los impulsos del corazón que, como una fuerza invisible, llevan al protagonista de la ‘’nivola’’ a la parte más ínfima de la locura.

Un tipo de locura que desarrolla el personaje que le arrastra hasta tal punto de querer rebelarse contra el autor, preguntándose si está vivo, muerto o es un simple producto de la imaginación de Unamuno. Entre ellos, mantienen un diálogo al finalizar la historia para poder llevar a buen término el desenlace del libro. El protagonista, al enterarse de lo que el autor pretende hacer con él, se rebela contra éste provocando, a su vez, un diálogo filosófico entre ellos.

Unamuno nos relata las taras del propio ser humano, la indecisión y la pérdida del tiempo buscando lo que no sabemos que tenemos delante de nosotros mismos.

Desde Aristóteles hasta Kant, pasando por Sócrates o Platón; Unamuno realiza un recorrido por la filosofía de estos aplicándola a la forma de vivir de Augusto Pérez, el protagonista.

No olvida mentar a Cervantes y Don Quijote y el lector puede equiparar la situación de locura que viven ambos personajes pero en diferentes épocas y por diferentes motivos.

Una vez más, el escritor narra una historia armoniosa, con un léxico que le hubiera donado el fidedigno sillón de la Real Academia de la Lengua Española.

Inconfundible su símbolo sobre la Creación del Hombre, sobre esa fuerza todopoderosa que controla y maneja nuestro destino a su antojo. Sigue, en este libro, mostrando su incapacidad por comprender que haya un ente superior al Hombre que decida libremente el transcurso de la vida aunque, a pesar de todo ello, se considere seguidor de Dios.

Unamuno consigue embelesar y enganchar al lector desde la primera frase de su libro hasta la última, obteniendo así el reconocimiento de éste.

Un hombre que, personalmente, considero como único en pensamiento con el cual puedo sentirme identificada. Que, a pesar de vivir ambos en épocas distintas, sigue predominando el sentimiento con el que plasma lo que es la aventura de vivir, el amor, los miedos, la inseguridad, el miedo por no creer, los entresijos de la vida y la muerte.

Sin duda alguna, uno de los escritores inmortales de la literatura española es Miguel de Unamuno.

Uno más pero sin una sonrisa

A veces me dan ganas de tirar esa llave, esa maldita llave que tantas promesas encerraba. Tirarla por la ventana y que vaya muy, muy lejos y que no regrese. Olvidar todo aquello que aún, como un candado, encierra.
Es entonces cuando me doy cuenta de que no es el momento de abandonar, que a veces hay algo que merece la pena por lo que luchar.

martes, 2 de agosto de 2011

Soliloquio


De repente, una extraña sensación se apodera de mí. Quiere que grite, que llore, que ría..que sonría.
Qué extraño. Hacía mucho tiempo que no me sucedía algo así.
Ni tan siquiera recuerdo cuando fue la última vez.
Aún estoy consternada porque no sé cómo abordar esta situación.
¿Qué hacer? Dispongo de tanto tiempo que, como un preso al salir en libertad, sólo quiere correr, estirar las piernas y respirar el aire profundo que resbala sobre su pelo.
Podría pasar una tarde viendo películas en las que, un héroe recorre miles de kilómetros para salvar a su amada esposa. O, tal vez, escuchando melodías que no atraviesen mi cabeza y permitan resplandecer esta turbia tarde de verano.
Pero no, no es eso lo que me apetece, ni tan siquiera bailar ni saltar. Sólo necesito algo de paz.
Paz... qué tan extraño vocablo del que sólo me acuerdo pocas veces al año.
Tranquilidad, sosiego, profundidad, armonía, serenidad.
¿Por qué no habré disfrutado de ello tantas veces en la vida? ¿Por qué limitarme a un día?
Resulta aún extraño y llevo conviviendo con esta paz varios minutos. Nunca pensé que sería tanto.
Y si lo pienso, aún es más el suave recorrido por mi piel que deja un escalofrío.
No estoy acostumbrada a esto.
Me invita a que vaya al parque, a que me siente sobre el regazo de un pardo asiento y compartir varias horas con unas páginas repletas de descifrables frases que asemejen una historia contada bajo las copas de los castaños.
Y navegar hacia un mundo que no existe, que es imaginario, pero que en mi mente puedo palpar.
Es anestesiante esta paz. Aún me confunde.
Cuántas veces he esperado este momento en trescientos sesenta y cinco días y hasta hoy no lo he adivinado.
¿Por qué esperar tanto para disfrutar de los pequeños placeres? Ahora lo pienso y juzgo. Demasiado rápido recorre el ser humano su vida, tanto que eso no es vivir.

L'amour...toujours?

No te das cuenta de que se ha terminado hasta el mismo momento en el que, una por una, repasas todas vuestras fotografías juntos y te das cuenta de que nada volverá a ser lo mismo, a ser lo de antes.
Cuando poco a poco van cayendo de tus ojos y sobre tus mejillas lágrimas que recorren tu piel en carne viva, que se asfixia de dolor. Y de repente estás llorando, no puedes más. Lloras, lloras y lloras. Pero sabes que no va a solucionar nada, que él está lejos y no te oye, ni tan siquiera te ve.
Y es entonces cuando te arrepientes de cada error, por mínimo que fuera y piensas que todo hubiera sido distinto si no hubieras cometido pequeñas estupideces que, aunque él dice que no, sabes que fueron culpa tuya.
Pero nadie, nadie ni tan siquiera él van a poder hacerse una idea sobre lo feliz que fuiste.
¿Por qué fuimos tan felices? Porque juntos no fuimos 'SS' por separado, fuimos sólo UNO.
Probablemente preguntarás qué haces por las noches, cuando parecen eternas y que la luna no brilla. Creerás que he olvidado cada recoveco de tu cuerpo, cada caricia de tus labios o la textura de tus manos. Pero me acuerdo... me acuerdo de todo aquello como si fuera la primera vez que los tocara, como si nunca tuviera fin, como si siguieras abrazado a mí. Tan pegado a mí...
Yo te esperaré, nos sentaremos juntos frente al mar y de tu mano podré caminar. Aunque se pase toda mi vida yo te esperaré.
Sé que en tus ojos todavía hay amor y tu mirada dice 'Volveré'.

lunes, 1 de agosto de 2011

Presunto dolor de la tristeza.

Hasta el momento no me había dado cuenta de que cada paso que daba era en falso. De que cada vez que miraba hacia atrás tan sólo añoraba el recuerdo que ya no estaba. De que, una vez, no busqué pero encontré la felicidad que abarcó cada parte de mi ser durante algo que se asemejó a la eternidad.
Sin embargo (cuántas veces digo 'sin embargo' y, en cambio, nunca le sucede algo de lo que poder jactarse), la rutina hizo inútiles los vagos pensamientos, se adentró dentro de mi persona y me instó a vivir una vida que, cómodamente, no era la que yo quería vivir.
Yo quería escapar, vivir muy lejos, HUIR. Pero nunca llegué hasta el punto necesario para comprender que retroceder no era sino avanzar, que las únicas ganas que me habían propuesto caminar, pasito a pasito, eran las de ver un nuevo amanecer junto a la felicidad.
Y aquí estaba yo, entera y eterna entre flores ya marchitas, entre los resquicios de un amor sin fin. Me iba enfriando, me iba apartando, me iba ubicando entre el miedo y la soledad.
La soledad que me acompañaba desde hacía unos cuantos días y que no se apartaba de mi lado, decía que no me dejaría sola.
Mientras, yo impasible, titubeaba con miedo en busca del recuerdo imaginario que ya no tenía, que debía haber olvidado entre tantos libros que tan viejos parecían.
El horror de pensar lo prohibido, la traición de sentirme vacía.
Yo seguía caminando, ahora ya la soledad me había dejado su testigo.
¿Dónde me ubico si no es mi sentido? Común, tan común como complejo, tan irrisorio como airoso sale de cualquier situación.
Pero ahora, ¿adónde debería dirigirme, guiar mis pasos?
Miedo, me atormenta y me acobarda.
De fondo, oigo una triste melodía, esa que alejándose entona la alegría compartida del perfume de un amor en vano que ya no abarca la pureza de un buen día.
Pero aquí, en mi círculo donde nadie puede entrar, ese que tan precintado está, no hay nadie... tan sólo el aire y yo.

La felicidad del tiempo soñado





Lo primero de lo que uno se olvida es de la voz. Esa melodía que resuena en nuestras cabezas pero que, tras no escucharla durante poco tiempo, se esfuma y debemos inventarla.
Más tarde, comienzas a evacuar de tu memoria los rasgos físicos, esos ojos, las manos que tantas veces han sujetado a las tuyas, su figura inconfundible...
Cuando el amor camina a través de tiempo por sendas distintas se olvidan muchas cosas. Demasiadas cosas.
Pero hay algo de lo que uno no se olvida nunca en la vida: de lo feliz que fuiste con esa persona. Eso es lo único que perdura en nuestra memoria, la felicidad del tiempo soñado.

viernes, 1 de julio de 2011

No hay sol tras la tormenta

Otra vez. Otra vez vuelve con insistencia ese pensamiento a mi cabeza. No me deja. Me aprisiona, me ata y me estrecha.
Hace sol pero por dentro todo sigue nublado.
Me abraza y no respeta. Se agacha y me atraviesa.
Vuelve. Vuelve por aquí a mi mente. De vez en cuando, tal vez, pero si vuelve sigue haciendo daño.
Me dijeron que nadie podía sentirlo tanto como yo. No puede ser. Y me lo sigo repitiendo constantemente.
Me adentro en el mar. Las olas me llevan a rastras con su vaivén sin cesar. Está frío este agua del mes de enero.
Rememoro el invierno, tan dulce debió pasar.
Y ahora, en pleno mes de julio que comienza, la gente me rodea, me salpica con el agua, me llena de arena. Y sin embargo, yo sigo vacía.
Intento no volver atrás. Agarro mi cabeza e intento que no gire, que no mire a lo anterior, pues nunca volverá.
Y yo, ¿regresare?

sábado, 11 de junio de 2011

Tobeornottobe

Se avecinan nuevos cambios...

TO BE OR NOT TO BE, THAT'S THE QUESTION

domingo, 29 de mayo de 2011

Melancólica se viste esta tarde de primavera


Mi cristal está empañado de recuerdos y lágrimas.
Le acompaña, desde fuera, la lluvia que no cesa.
No es intermitente, pero sí fría para este calor propio de un verano de secano.
Los truenos son mi banda sonora. Rugen sin cesar enfadados porque alguien les arrancó la voz.
El cielo parpadea y sus rayos son la única luz que me acompaña.
Como en cada tarde de domingo que llueve rodeo con cuidado mis hombros con una manta color vino y, sentada de rodillas frente a la ventana, sorbo poco a poco mi café con leche fría.
Sin querer enciendo un cigarrillo. ''No puede ser, he vuelto a fumar. Me dije que lo dejaría'', me recrimina la conciencia. Y así una y otra vez.
Me quito las gafas con las que llevo trabajando toda la tarde. Me froto los ojos, están cansados de estar todo el día frente al ordenador.
Miro por la ventana y sonrío. Mi sonrisa se tiñe de melancolía.
Los árboles se agitan de un lado a otro, se deshacen de algunas de sus verdes hojas.
Es bonito este paisaje, tan tranquilo.
En el único edificio de enfrente que ciega mi maravillosa y pensativa vista veo una luz encendida.
Sin quererlo me convierte en su espía.
Miro hacia lo lejos, disimulando mi intriga.
Y cuando creo que nadie me ve, giro la cabeza buscando el foco amarillo.
Tan sólo veo sombras, pero juego a imaginar qué harán.
Quizá es una pareja que se quiere, o dos amigas jurando amistad eterna o incluso un padre con su hija.
Quién sabe... es tan bonito imaginar, jugar con la realidad.
Los cristales siguen empañados y yo, inconformista, dibujo con los dedos figuras sin forma.
Dibujo letras o melancolía.
Advierto mi cansancio y acierto colocando en el equipo de música un cedé que reproduzca todo aquello que experimentan mis sentidos.
Lo he pensado mejor, decido aportar un poco más de desasosiego a mis minutos.
Lentamente suena e invade mi salón una melodía de Bach. ¡Qué gran melodía que acompaña una tarde como esta!
Sigo sentada pensando en el futuro que vendrá, en todo lo que me queda por descifrar.
Sin haberlo deseado, he llegado a la conclusión de este presente.
El presente, el ''ahora'', es como un rayo que aparece pero rápidamente se va, tan sólo queda el recuerdo de aquel que lo ha visto.
Como una hoja que al caer de un árbol se pierde entre un millón de hojas más.
Es como un trueno que al cesar, tan sólo queda su estruendo en la cabeza.
O como una gota que, al caer sobre el cristal y evaporándose, tan sólo deja su corto o largo recorrido.
El presente tan pronto como viene se va.
Y yo he tenido que esperar hasta ahora para darme cuenta de que este ''ahora'' escrito ya es pasado, de que ese futuro que algún día escribiré llegará a ser presente.
Y mientras yo sigo aquí como hace cuarenta minutos de mi recién pasado presente, volviéndome loca intentando buscar una explicación que sepa detener a este inminente presente.

Y tú no dices nada

A veces pienso si me quieres lo suficiente o como yo te quiero a ti.
No te lo pregunto, te escucho. Quisiera poder colarme en tu mente y sabes qué es lo que pasa, si todo se reduce a lo físico o si hay algo más.
Últimamente no estoy segura de ello, y eso quiere decir que las cosas han cambiado.
Está lloviendo, como cada día que te vi, que era mágico.
Quizá la lluvia me quiere decir algo. Quizá quiere contarme cómo de triste será nuestra despedida, sin una dulce melodía.
Ya no quedan palabras de amor. Las conversaciones han sido reducidas a anécdotas, a creencias y a alguna que otra risa casual.
Algo ha cambiado, insisto. No lo sé pero lo noto, tu voz ya no es la misma, tus pupilas reflejan el cansancio del doloroso amor.
No sé adónde iremos a parar, si el amor ha terminado, debemos darle un respiro o continuará.

La inquietante melodía que ya resuena en mi cabeza

Mi reloj se ha quedado sin tiempo.
Es como si ya conociera el final y yo sólo intentase alargarlo... y esperar paciente a que llegue el momento del último adiós.
Como si yo, al quedarme quieta, impasible aquí ya hubiera hecho todo lo posible por mi parte y sólo quisiera convencerme de que no ha sido culpa mía, que yo aguanté hasta el final, como una campeona.
Pero resulta que los campeones no son siempre los héroes de las películas, los que acaban siempre bien...

sábado, 28 de mayo de 2011

Sobre el amor y la distancia

Que yo creé un mundo para los dos, qué importa a cambio de qué.
Que yo arriesgué mi vida hasta la saciedad, firmé un pacto con el diablo con tal de verte sonreír.
Y, sin embargo, esta no es la sensación que yo esperaba impaciente.
Ahora no puedo respirar, se me escapa el aire, me roza pero no entra en mis pulmones. Una soga oprime mi cuello, no puedo respirar. Aguanto, lo intento, insisto. No puedo.
Corro, no vuelo, no vuelvo. No puedo retroceder. Los errores trastocados del pasado ya forman parte de lo ilegítimo. No me arrepiento.
El buscador de Internet se niega a escribir lo que pronto se convertirá en un hecho, se niega a escribir 'sobre el amor y la distancia'.

No quiero versos, ni tan siquiera canciones que me hablen sobre aquello que marca mi sufrimiento día a día. No quiero rememorar el cruel sentimiento de melancolía.

Y es que lo siento, no puedo evitar echar la vista atrás.
No pretendo ni quiero manipular la situación ni esta sutil conversación.
Sigo en la misma página que cuando empecé, ni avanzo ni he retrocedido, mi mundo se ha parado en seco canalizando toda esa energía que fluye indistintamente sobre mí.
Y de cuando en cuando, si coincide, verte.

Duelen los momentos de heridas sin palabras.























Cómo hago yo para explicarte que en parte me parte la idea de que de mí debas marcharte, tendrás que separarte.
dime qué hago yo sin tu olor, sin tu voz, sin tocarte y besarte.
¿Quién soy sin ti? ¿Quién sin mi ángel?

Caminaré y no te veré, sola en el camino lejos te sentiré. Te esperaré. Tu amiga más fiel contigo, a tu lado. Tú no me dejes.

Sabes que aquí dentro te siento y lamento que no estés en este momento. Tengo algo en mí y es tu recuerdo, aunque no nos entiendan los cuerdos.
Dime qué hago aquí sin ti.
http://www.youtube.com/watch?v=Uhn6Yv5BDrc

viernes, 27 de mayo de 2011

Mi felicidad eres tú


Su sonrisa y su manera de reír, su desorganización, la forma en la que me mira, su calma, (a veces) su chulería, su orgullo, sus besos, su modo de sacarme de quicio, su voz al otro lado del teléfono, sus caricias, su forma de ser, su tozudez, sus abrazos, su olor, su pasta con forma de corazón, sus miedos, su memoria, sus lágrimas, su firmeza, sus mensajes, su capacidad para olvidar y mirar hacia adelante, sus arrebatos de romanticismo, sus despertares, sus detalles, su paciencia conmigo..
Son aspectos de él que no cambiaría por nada , que me hacen vivir, me complementan y son todo para mí.
Él es el motivo por el que nada se termina.



Porque un día llegaste, y desde entonces no te has separado de mí ni un sólo segundo, porque todo lo que nos queda por vivir no tiene fecha de caducidad.

Felices 18, mi amor. Te quiero, te quiero, te quiero!

miércoles, 18 de mayo de 2011

EL PODER DE LAS PALABRAS

Recuerdo hace unos meses que encontré el diccionario de mi vieja infancia.

Es pequeñito, con las tapas amarillas y en el centro, azules, las siglas de la Real Academia de la Lengua Española.

Sus hojas ya están muy desgastadas, amarillentas. Alguna probablemente llena de polvo o ilegible, se nota el paso del tiempo.

Ese viejo diccionario que tan insignificante parece, lleno de sabio conocimiento, pertenece ya a tres generaciones.

Mi abuela, una humilde maestra de un pueblo, lo compró recién casada; más tarde pasó a manos de mi madre, una joven estudiante que empezó la carrera de Medicina. Y seguidamente me pertenecería a mí, una futura estudiante de Periodismo.

Tres generaciones que, aun con diferentes estudios, pretendían aunar toda la fuerza del saber.

Y aquí estaba, frente a mí, ese viejo diccionario que nada puede envidiar a los modernos o electrónicos. Me miraba encerrando entre sus ligeras hojas más palabras de las que un humano puede llegar a memorizar. Él, que todo lo sabe.

‘’Qué absurdo’’, dirán algunos. Sin embargo, a mí me parece algo brillante, mágico, el poder conservar casi intacto un diccionario que alberga más de cuarenta años.

Aún más, es un placer abrir sus compuertas, las de la inteligencia, con su olor a conocimientos impasibles al trajín de los años y querer saberlo todo, todo cuanto se desee.

Hace días descubrí que entre sus páginas había un vejo papel ya casi borrado, amarillo del paso de las primaveras. Intenté leerlo, pero no podía jugar a descifrar sus encriptadas y ya suprimidas palabras.

Tanteé el papel… cuántos años llevaría ahí encerrado, quién lo habría guardado u olvidado. Y lo más importante: cuál habría sido su fin.

Me negué a creer que su fin no fuera otro que el encerrar un secreto, quizá el olvido de buscar una palabra desconocida entre las áureas páginas de tal casa de la erudición.

Busqué minuciosamente, recorriendo palabra por palabra, plasmando mis dedos sobre el papel. Dejando mi huella. Nada, no encontré nada. Hasta que tras un simple vistazo atisbé el vocablo ‘’morigerar’’. Quién sabe si sería esta palabra la que un individuo trató de memorizar hace años. No era una palabra melódica, ‘’morigerar’’, pero sí encerraba un bonito significado: ‘’moderar la intensidad de un sentimiento, de una pasión o de una actitud que tenía demasiada fuerza’’.

¡Qué bella palabra para tan preciada sensación y en cambio nadie la empleaba!

Desde ese momento comprendí el significado de que el mundo girase tan deprisa, de que fuera tan común a los sentidos. Nadie se detenía a pensar en aquellas palabras que contiene todo aquello que queremos expresar, nadie dispone de tiempo para indagar en el verdadero significado que aporta una palabra desconocida.

Y es que, nadie es capaz de paralizar por un instante las vertiginosas agujas del reloj que nos impiden contemplar el verdadero poder de las palabras, ése que otorga la llave del mundo y autoriza a cambiarlo.