jueves, 31 de marzo de 2011

LA LUZ AL FINAL DEL TÚNEL (parte 1)


LA LUZ AL FINAL DEL TÚNEL

Era una tarde. Fría, desierta, insulsa. No había nadie a mi alrededor.

A lo lejos, miraba, buscaba, pero nunca encontraba.

Era una tarde fría, atípica de primavera.

Con un leve pestañeo, levanté la vista al cielo. Comenzaban a caer las primeras gotas de agua desde hacía días.

Sonreí y me resguardé dentro de mi mísera pero, tal vez, confortable cabaña.

Estaba aislado. No tenía a nadie. Era una tarde primaveral.

Empezaba a llover. Empezaba a absorber el olor intenso a hierba fresca. Empezaba mi larga noche en mi refugio.

‘No tengo miedo’, me repito a menudo. Nada saldrá mal y, sin embargo, nada sale a flote.

Mi mundo comienza a resurgir. Dentro, enciendo mi hoguera lacre.

A lo lejos, oigo un tren pasar. Tal vez lleno de viajeros, o tal vez transportando mercancías que nadie sabe a dónde irán a parar.

Me ajusto mi bata. La única que me queda tras haber perdido mi vida. Busco con mi bastón mi pequeño palo de madera, ese que todavía sigue intacto desde el día en el que lo transformé a mi medida.

Comienzo a explorar el territorio. Nadie me sigue. Hace ya años que nadie lo hace.

Me adentro en mi pequeño bosque. Lo considero como mi pequeño gran tesoro, mi propiedad que nadie conoce ni abarca.

Oigo el sentir de mis pasos, reflejados en los animales, que con mi avance, corren sobresaltados a sus pequeñas casas.

Me considero ya como uno de ellos. Aún no lo saben, aún no me aceptan entre ellos, pero algún día lo harán.

Consigo atravesar el bosque a ritmo interminable. Ya diviso las vías del tren.

Me acerco. Consigo explorarlas. Y me detengo.

Tengo miedo. El miedo va apoderándose de mi interior, como una serpiente que me aprisiona las entrañas.

Un flash.

Y rememoro el pasado. Ese pasado que tanto daño hace.

Oigo gritos, pasos escurridizos, gente yendo de un lado a otro.

Otro flash.

Huelo humo, algo se calcina. Algo no va bien.

Frunzo el ceño, continúo con los ojos cerrados. Impulsivamente abro uno. Abro el otro. Tengo los dos ojos abiertos. Me resbalan las lágrimas por mis mejillas y me encuentro en medio de las vías gritando, ahogadamente con ansiedad.

No puede ser. Ya se está apoderando de mí y aún yo no he ganado la batalla. No puede ser, no puede. No.

Exhausto me siento sobre la grava que está rodeando el recorrido.

Me he prometido una y mil veces no volver a caer y sin embargo ya lo estoy volviendo a hacer.

Sin apenas apreciarlo, ha oscurecido. Esta oscuridad no tiene luna.

A lo lejos, veo el foco incesante de lo que parece un tren. Me aparto. Esta vez es silencioso, es de noche, la gente duerme y teme despertar a sus inquilinos.

Es elegante, aerodinámico, unas moldeadas curvas. Y sin embargo, tengo miedo.

domingo, 27 de marzo de 2011

Existir.

Vivimos toda una vida plenamente hasta que llega ese día en el que nadie te recuerda porque has dejado de existir.
Tal vez hayas contribuido en algo a la Humanidad (seguramente): por muy pequeña que sea esa aportación.
Pero cuando ya no estás, en un futuro próximo, tus familiares, amigos te seguirán recordando. Pero cuando el pasado sea directo, ni ellos mismo te acabarán recordando.

jueves, 24 de marzo de 2011

Caricias en tu espalda


Y me sorprendo abrazada a tu cuerpo, compartiendo la misma almohada.
Lentamente abro los ojos, me acomodo y te miro.
Me sonríes y me besas.
Mientras, ahí fuera está lloviendo y los rayos dividen el cielo.
Un segundo, dos segundos, tres segundos...
No está lejos la tormenta, que truena, grita y no enfurece ni entristece.
Mi ventana, mediana, introduce el mundo en este pequeño habitáculo que ahora sólo es tuyo y mío.
Dentro, en mi habitación, todo está tranquilo. Me quedaría abrazada a ti toda mi vida.
Eres esa paz que busca mi conciencia, la luz que a mis ojos guía.
Sin embargo, nuestros cuerpos entrelazados. Tu torso, desnudo; mi pecho, desnudo. Recorriendo mi cuerpo como si no tuviera fin.
Siendo tuya, siendo mío.
Dos en uno y uno en dos.
Y en momentos como este es cuando pienso que no se puede querer más a una persona. Que 'querer' dura un instante pero tú... Tú eres infinito.

Idiota.

Que si se marcha, yo sé que lloraré su ausencia como si el corazón me hubieran robado.
Me arrebataron su vida, intentaron traer su olvido.
¿Cómo olvidar a la persona que más he querido?
Cuánto le quise, cuánto le amé aun cuando en las noches me pisaba el alma.

Querer retroceder, querer emerger de esta inmensa pena que su ausencia me regala.
Regalo del trágico desenlace que conllevó nuestro amor.

Y tener miedo, tener realmente miedo de no volver a querer a nadie como yo le he amado.


No, no vuelvas a mí, dolor que petrifica, angustia que elimina.
Mi corazón enjuto, en un puño, que no quiere volver a albergar aquel amor que nunca olvidó.
No volver a rozar su cuerpo, no rozar sus labios sin que me acompañen esas lágrimas tristes, lágrimas negras, carbonizadas de un amor que pudo y no fue.
Si no quiero que vuelvas, no volverás nunca más. Porque el pasado fue, y mi presente es mi mitad.

lunes, 21 de marzo de 2011

¿Es bueno tenerle tanto miedo a la distancia?
Coger el corazón, tenerlo entre las manos y no saber qué hacer con él.
Tener miedo a perderte. Franquear la barrera de lo invencible, obsesionarse.

'No quiero vivir con miedo a perderte. Me quiero morir si no puedo verte, en mi vida no hay mas salida. No puedo dormir si no puedo tenerte.
Yo quiero estar siempre a tu lado y olvidarnos del pasado. Tú y yo'.

sábado, 19 de marzo de 2011

AHORA. Filosofía de una vida.

Comenzamos creyendo que algo dura toda la vida.
Es cuando aún somos unos niños y todavía creemos en los cuentos infantiles.
Sin embargo, poco a poco pasa el tiempo y experimentamos ese proceso de cambio que nos adentra de lleno en una etapa complicada y difícil donde encontramos un montón de experiencias malas o buenas pero que no importan porque, al fin y al cabo, no determinan nuestro futuro.
En ese preciso momento comenzamos a estar capacitados para cuestionarnos si ese algo dura toda la vida. Ya no estamos tan seguros de todo aquello que, cuando éramos unos críos, confiábamos en que durase eternamente.
Millones de preguntas se van acumulando en nuestras mentes a lo largo de los años que abarcan esa dura etapa. Pero nadie sabe responderlas como queremos.
Es entonces cuando ya crecemos y nos vemos lo suficientemente capacitados como para aportar nosotros mismos las respuestas que necesitamos a esas preguntas incuestionables fuera de todo raciocinio humano.
Olvidamos la etapa de adolescencia. Tal vez con un mal recuerdo, como una etapa pasada que (quizá) tampoco merece ser recordada.
Quién sabe.

Ahora nos pensamos que a nosotros nos pertenece la llave del mundo.
Todo suena a pasado y a nosotros nos importa el presente y también futuro.
Pero sin darnos cuenta seguimos teniendo preguntas que aún no han sido descifradas (puede ser el caso del '¿quién soy?', '¿a dónde voy?') pero no queremos reconocerlo porque tratamos de hacernos un hueco en este gran mundo.

La vida continúa.
Continuamos haciéndonos mayores sin darnos cuenta. Nunca parece suficiente para aprovechar una etapa.
Cuando nos damos cuenta ya es demasiado tarde y sólo podemos recordarla con una cierta melancolía, con nostalgia y, a veces, acompañada de una sonrisa complaciente.
Ahora ya somos adultos, nos hemos alejado de ser ese niño insatisfecho, de los amigos que nos han acompañado durante toda la vida, que han compartido nuestros primeros momentos: el primer beso, la primera vez, la primera salida nocturna, las primeras lágrimas...
Nos alejamos de esos amigos que prometimos que serían para toda la vida. Ahora sólo nos conformamos con sonreír y recordarlos diciéndonos que ha sido la vida la que nos los ha arrebatado.
Y no nos damos cuenta de que así ya han pasado los años, el tiempo, los momentos, las oportunidades.
Ahora cada uno tiene su vida, su negocio, su familia, sus problemas.
Habitualmente, en el colegio éramos todos iguales. Tal vez un poco o menos afortunados, con dinero, con fiestas, con suspensos o sobresalientes.
Pero compartíamos ese entorno que nos parecía tan familiar.
No podemos evitar lo difícil que es crecer, huir de los pretextos, excusas.
Te asocias con gente de tu mismo gremio, que comparta tus mismas características.
Y no te sorprendes ya al ver a aquel niño prodigio que ahora está estancado en el paro, o aquel macarra de tu clase que ha estabilizado su vida y su familia es numerosa, o de aquella guapa niña inteligente y sin apenas recursos que hoy es una de las empresarias más importantes de este país.
Es la vida acompañada de circunstancias quien va formando al individuo, que te aleja de aquellos sueños.
en esta época dejamos de soñar, vamos formando el futuro de esas personitas que van detrás de nosotros y vivirán experiencias parecidas o idénticas a las que nuestra generación se ha enfrentado como cada ser humano ha de vivir.

Y los años siguen pasando. Ya dista mucho de aquel primer encuentro de juventud.
Quizá ya te suceden dos generaciones más.
Y te has convertido en aquello que los jóvenes denominan 'viejo', pero tú crees que aún tienes potencial, pero vez cómo tu vida se va apagando.
Has vivido una vida increíble o quizás desastrosa. Gente que se ha ido, gente que has dejado en el camino a la que querías, gente que has encontrado, gente con la que has compartido. Gente. Gente que aunque no haya sido importante ha aparecido en tu vida por alguna razón y ha condicionado tu futuro. Quién sabe por qué apareció.

Te conformas con contar historias, con evocar frecuentemente el pasado pensando que el presente no te pertenece y esperando a que el futuro te secuestre entre uno de los recuerdos, entre seis mil millones de personas.
Qué mas da, has vivido una vida. Has formado parte de una generación. Has tenido una vida intensa, plena. No hay que olvidar tampoco lo malo.
Y, te das cuenta de que, a pesar del paso de los años, aún hay preguntas que te llevas haciendo desde hace más de sesenta años y nadie las ha contestado.
Te das cuenta de que aquello que pintan de una manera los mayores como tú no es así. Es sólo porque han olvidado el elixir de la vida, de las emociones del momento, las sensaciones, los sentimientos que despierta el ser joven. El vivir al máximo, traspasando los límites. El vivir sin pensar que hay preocupaciones. no terminar la página que estabas escribiendo y no importarte.
Acordarte de todo, de lo corta que es la vida y querer haber vivido oportunidades que rechazaste.
El darte cuenta de que el 'Carpe Diem' no es sólo una frase, es una filosofía.
Ahora ya no podrás disfrutar el momento como tal, tan sólo trasmitirlo a los demás, a los jóvenes.

Por eso, si eres joven, no esperes más, no pierdas oportunidades. Arriésgate.Porque, sin duda, ese estúpido 19 de marzo, ese martes, esa tarde aburrida, no volverá. A lo mejor podrá ser idéntica, parecida, pero nunca más será la misma.
Es por ello que, por muy retórico que suene, hay que disfrutar cada momento como si fuera el último, porque sino cuando lo queramos recuperar será demasiado tarde.

Por ello, y a pesar de este pesimismo y volviendo al presente:
Vive. Vive sin miedo. Vive riendo, llorando, amando, peleando, soñando... Pero vive.

Un par de mentiras.

No se interpone el aire.
Inminente.
Que no salga nada de esta coraza. Que no haya escorzos que demuestren lágrimas ni sonrisas. Porque no hay nada que decir.
Que se petrifique el aire, que no vuelva a surgir.
Dulce sentimiento de melancolía que no me abandona.
Me equivoco. Dije que no hablaría de sentimientos.
¿Y de qué voy a hablar? Hay tantos temas que no sé por cuál empezar. ¿Por qué no? Porque sigo dentro de este caparazón, de esa melancolía que alberga mi cuerpo, un resquicio que pide que no llore. 'Y no lo haré', me prometo.
Vuelvo a mentir. Ya se asoman lágrimas. ¿Lágrimas de qué? De ver girar el mundo, de cómo pasa y pasa más deprisa, de lo difícil que se hace que corra el viento cada vez más rápido.
¿Y qué voy a hacer? Nada.
Vuelvo a mentir. 'Pero, ¿qué es lo que pasa?', me pregunto. Nada pasa por aquí. Nada vuelve. Todo pasa, todo cambia.
Brindemos por la vida, por lo que queda, por que nada vuelva, por que vuelvan las ganas de sentir.
Y continuamente me contradigo. Continúa este bipolarismo que no va a ninguna parte.
Este cuerpo que lleva una hora haciendo nada.
Y, a día de hoy, esta casa que parecía edificada no sabe a dónde ir.
Quién se forja su futuro en un par de preguntas indirectas que desembocan en el elixir de la vida, ese al que no logro volver.
¿Dónde estará si ya todo está perfecto?
Quizás es eso. Cuando más perfecto va todo, menos lírica abarca mi ser.

lunes, 14 de marzo de 2011

Cinco palabras que desmoronan un presente

¿Quién ha enfurecido tanto a las nubes que tienen que llorar?
Quizás he sido yo, por pensar en lo impensable, por romper un pacto o sellarlo con el diablo.
Lloran tanto, hacen amagos de hundirse en la espesura de la niebla.
No fui yo. O tal vez sí. Por recibir algo que no merecía.
El pasado que me atormenta, que me persigue, que me araña como si de una zarpa se tratara. Quiere encandilarme, pero esta vez no lo conseguirá.
Lucho contra el pasado que es algo que ya no es mío.
Afuera sigue lloviendo. Ya ha anochecido.
Todo estaba tan perfecto, rondaba la tranquilidad, la inocencia desde hacía tiempo. Sin embargo, un rayo lo partió en dos por unos minutos, o quizás horas. Me volví tan loca que ya casi a penas lo recuerdo.
¿Por qué tuvo que volver? Darse de bruces contra la casualidad, contra la monotonía y destrozar mi sosiego.
'Nunca más', me repetía hasta cien veces al día. Un jamás que se volvía a mi cabeza con frecuencia. El olvido es pasado. Y eso quería yo creer.
Sin embargo no me dí cuenta de que ese olvido al que yo, a veces, tanto temía, se convertía en mi enemigo más fuerte, al más difícil de vencer.

Y la pregunta que durante tantas noches me sigo haciendo es: '¿Y hasta cuándo?'

viernes, 11 de marzo de 2011

Por esta ciudad.

Siento la cabeza dispersa. En algún lugar de esta ciudad.
Me rodea una nebulosa azotea. En algún lugar de esta ciudad.
Siento que algo se congela, a tientas, lo busco. En algún lugar de esta ciudad.
En algún lugar de esta ciudad, donde las cosas pierden su sentido, pierden su nombre. Donde yo te he visto y no me acuerdo. Donde las emociones la gente las tira al vacío.
Donde si te encuentro me divierto, si me asusto ya corro.
En esta ciudad. En esta ciudad.
Nadie mira, nadie entiende, todo es por hablar.
Pensar, imaginar, eso ya nadie lo adivina.
¿Quién rescata del frío bosque al cruel cazador?
En algún lugar de esta ciudad, donde te vuelves y no ves nada,donde corres sin gritar, donde mirar y das la vuelta. Donde la ilusión pierde su significado.

Fría, descalza se asoma la tarde, sin guantes, sin una manta que la tape del frío, que la rescate del abismo. Es distinto, es diferente, más uniforme.
Yo hago mi camino pero ahora me dejo guiar.
En algún lugar de esta ciudad.
No miento, te pienso, no tiemblo, sin miedo.
Dejaré todo atrás. En algún lugar de esta ciudad.

El miedo no lleva a ninguna parte

Qué miedo de enfrentarse a algo nuevo.
Estremecerse del miedo, ya no temblar del frío.
Malévolo, estrepitoso.
No nombrar sin palabras, no volar sin saber.
Ver el miedo que se asombra por las calles, que lentamente se desliza en tu retina y por rutina entra en tu lugar.
Creer que la ilusión no está perdida. ¡Iluso el que piensa y no va a existir!
¿Y tú piensas que yo te busco? Ignorante de la vida, fiel sucesor del miedo.
Busca. Busca y no encontrarás nada. Porque el que busca nada divisará.
Y veo chiquillos pasar que, ávidos, quieren dirigirse hacia la escuela.
Y veo señoras en traje, cargadas de ilusiones y pensamientos.
Y alguien luego se los destruye. Destruye todo lo que ha existido, todo lo que he vivido.
Vuela. De camino airoso, de sutil enfermedad.
Mañanas durmiendo entre escombros, caminares sin luz en la oscuridad, amaneceres que ya están rotos.
No quiere, no busca, no fluye. Nadie le va a encontrar.
Porque el que busca y no encuentra, cuerdo será.

martes, 8 de marzo de 2011

Cruel palabra melancolía


Viajo a través del tiempo. Narro mi travesía a lomos de algo que llaman distancia. Creo sin vivir. Vivo, aún creyendo.
Soterrar bajo un sentimiento todo el humo de un pasado. Un pasado que me llama, que me grita, que me incita a regresar. No quiero, me alejo. Me vuelvo, le doy la espalda. 'Nunca más', dijo el tiempo. Escapa, vuela. Cree que es cierto. Y, sin embargo, vuelve a caer. Grita que le quieren, grita que le engaña. Y siente. Y fluye. Y vuelve a retomar el vuelo.
Vuela por los anchos mares. Vuela tras una garza nube intensa.
Hollar, enterrar, sepultar, apartar la palabra melancolía. Regresar al pasado sin que nada lo trastoque. Que se quede como está. Bien solo, así es como ha de estar. Sin que nadie lo señale con el dedo, sin que nadie cree un montón de un grano de polvo. El polvo del olvido, que encierra los secretos jamás vividos.
Y esta serie de inmensas atrocidades, que sin querer decir nada, lo dicen todo.
Que buscan un refugio sin que nadie lo entienda. Que buscan con cautela unos dedos que tecleen al compás de mil cadenas.
Grita. Muerde. Araña. Atormenta la palabra melancolía.
No vuelvas. Nube de recuerdos que aproxima y ruge sin parar.
Abismos de un pasado. Antojos de una suave, intensa brizna de agua que destilan unos ojos ya apagados.
Agitadas lágrimas que ya no cesan desde que, inquietas, brotan del farol que refleja el existir.

Huye. Huye de todo. Huye del viento, huye de aquello que no dejó existir.
Implica el miedo. Incita el ruin sonido de la palabra melancolía.
Vuelve. Vuelve a tu sitio, del cual no debiste escapar. No recuerdes, no lamentes. Solo menta mi existir.
Porque si algún día fuiste presente, hoy no quiero que lo seas más.

lunes, 7 de marzo de 2011

Dicen que el tiempo pasa rápido, veloz. Para mí, sin embargo, los minutos pasan como si fueran eternos días de invierno sin ver la luz del sol.
Tan sólo han pasado 24 horas, y aún tengo que esperar otros 6 días hasta poder escuchar su voz.
Distancia.