Es increíble cómo va pasando el año y con ello las acciones y los momentos cambian. Cómo, sin quererlo, ya te encuentras a finales de octubre, abriéndole paso a un nuevo mes que no sabes lo que te deparará, que ya será el penúltimo del año y le sucederá otro que lo cerrará. Sin embargo, aún no puedo terminar de entender cómo, estando en octubre, ya hay libros, televisión, información, en definitiva, que nos prepara para ese nuevo año. Que nos regalan agendas con fecha de 2011, que nos muestran los juguetes que muchos niños ilusionados pedirán a los Reyes Magos.
Y, sin embargo, ¿dónde está ese tiempo que queda por vivir, todos esos momentos inolvidables que quedarán durante dos meses? Parece que todos queremos vivir rápido para no pensar, para olvidar el pasado pensando que un futuro que vendrá será mejor.
Cuando somos jóvenes ( y con esto me refiero a todas las personas, porque uno siempre es joven), no reflexionamos en ese tiempo que perdemos cada minuto pensando que lo recuperaremos, vivimos pensando en el mañana o en el mañana de mañana, sin darnos cuenta que todo es muy corto, que los mejores momentos está ahí, al vuelo, esperando a que los disfrutemos, que bebamos cada gota de ellos para saborearlos poquito a poco.
Que, cuando nos hayamos dado cuenta, habremos dejado todo aquello pasar.
Añadir un poco de alegría a esos momentos tristes, añadirle lágrimas a la alegría porque, al fin y al cabo, eso es la vida, un tren que sólo pasa una vez, que las oportunidades que se dejan pasar no van a volver.
Y, como dijo aquel, <<CARPE DIEM>
Muchos dirán que quieren (o prefieren) olvidar el pasado, pero no tienen una sola razón consistente. ''¿Por qué no hice una memoria de todo aquello que perdí?'', se podrían preguntar. Pero prefieren dejarlo atrás, hacer como si nada, o arrastrarlo consigo todo el resto de su vida.
Pero, sin duda, joven es todo aquel que recuerda (y sobretodo, VIVE) cada minuto de su vida como si fuera el último. Porque él lo sabe, y él sabe que no volverá.
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