viernes, 31 de diciembre de 2010

ESO LLAMADO FELICIDAD.ctr3. FELIZ 2011



Aglomeraciones de gente. Comercios abiertos 24 horas y gente que no descansa. Prisas por hacer las compras aún más rápido y que nadie nos arrebate lo que hemos decidido regalar. Eso es la Navidad.
Contra todo pronóstico, la crisis se nota más bien poco.
Unos olvidan el valor del dinero y lo despilfarran en regalos absurdos. Otros, sin embargo, a penas pueden permitirse algún capricho.
El tiempo de Navidad. El tiempo del consumismo. A nadie le importa lo mal que lo haya podido pasar durante el año si al fina obtiene una cosa: regalos. Regalos que satisfacen las necesidades, regalos que perdonan, regalos que enamoran, regalos idiotas. Al fin y al cabo, regalos.
Surgen de nuevo las tradiciones, el perdonarnos los unos a los otros y olvidar traiciones. Surge el ilusionismo, la imaginación, la nostalgia.
Desempolvamos nuestro viejo gorro de Papá Noel y, con ello, cantamos los tradicionales villancicos. También, como muchos, cumplimos con esas supersticiones: unos despidiendo el año con ropa interior roja, otros dando la entrada al nuevo año brindando con una copa de champagne y un anillo sumergido en ella.
Creemos que con todos estos rituales tradicionales romperemos de golpe con ese año lleno de fracasos, desilusiones y, tal vez, mala esperanza para da paso a uno nuevo que nos permita vivir todo aquello que no vivimos. Y nos equivocamos, ¡vaya si nos equivocamos! Confundimos el turrón y el alcohol con la llave de la puerta de la felicidad. Y, en cambio, no nos damos cuenta de que la felicidad la creamos nosotros mismos, somos nosotros quien la guiamos.

Siendo Nochevieja o no, los deseos son los mismo aunque, en estas fechas tan señaladas, son más fuertes.
Esta vez ya no nos refugiamos en una casa, sino en un hogar que llena, por primera vez en mucho tiempo, una familia. Hay personas, sin embargo, que se pasan solas todas estas señaladas fechas, unas porque quieren y otras porque no pueden. Pero, ¿no es a caso, cuando pensamos en estas fechas y una una imagen de una familia feliz, con comida, cantando, rodeando el árbol de Navidad se nos viene a la cabeza?
Discúlpenme si me equivoco.
No nos damos cuenta de que, una vez que termine el día de Reyes, los adornos, el árbol y el Belén volverán a su escondite; los villancicos se encerrarán en un viejo CD hasta el próximo año y nuestras ilusiones por que el año venidero sea bueno irán desapareciendo conforme pasen los días.
Y, es que desgraciadamente, hemos hecho de estas fechas una fiesta pagana en las que, una vez guardado todo y vueltos al trabajo, sólo las recordaremos como una fecha más en nuestra vida.
Nos esforzamos por encontrar la felicidad en actos como estos y no nos damos cuenta de que, la felicidad verdadera está en las pequeñas cosas.
FELIZ AÑO 2011.


En la Puerta del Sol como el año que fue. Otra vez el champagne y la uvas y el alquitrán, de alfombra están.
Los petardos que borran sonidos de ayer y acaloran el ánimo para aceptar que ya pasó uno más.
Y en el reloj de antaño como de año en año cinco minutos más para la cuenta atrás.
Hacemos el balance de lo bueno y malo. Cinco minutos antes de la cuenta atrás.
Marineros, soldados, solteros, casados, amantes, andantes y algún que otro cura despistao.
Entre gritos y pitos los españolitos enormes, bajitos hacemos por una vez algo a la vez.
Y aunque para las uvas hay algunos nuevos, a los que ya no están echaremos de menos. Y a ver si espabilamos los que estamos vivos y en el año que viene nos reímos.
1,2,3 y 4 y empieza otra vez, que la quinta es la una y la sexta es la dos y así el siete es tres.
Y decimos adiós y pedimos a Dios que en el año que viene a ver si en vez de un millón pueden ser dos.


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