lunes, 24 de enero de 2011

Divagaciones

El primer amor dura toda la vida. O eso dicen.
Con conocimiento de causa, yo creo que no es así.
En la vida uno puede tener muchos amores, muchas personas a las que haber querido pero, sin embargo, ninguna puede llegar a ser el amor de su vida.
No creo como tal que existan amores durante toda una vida.
Antiguamente, tal vez, convivir con una persona durante más de sesenta años suponía el derecho (y a la vez, deber) de estar enamorado.
Ahora los tiempos han cambiado, pero no el amor. Ahora somos más libres para poder hacer lo que queremos. Es normal estar con varias personas antes de vivir para siempre junto a alguien. Pero nos olvidamos de lo que realmente hay detrás.
Olvidamos pensar qué pasa, si un día se acaba y nos alejamos de ese amor con el que uno ha convivido y soñado toda la vida.
Si empezamos a mirar fotos y a recordar, vemos cómo a cada persona, cada cual más guapa, hemos querido pensando cada vez que esa sería la vez definitiva.
Esa persona con la que compartimos tantas tardes sentadas frente a un café, o recorriendo la ciudad o, incluso, esos días sin palabras que, sin decir nada, lo dices todo.
Son esas personas con las que hemos compartido una época de nuestras vidas y nos han parecido el amor definitivo.
Pues bien, yo así lo opino. Cada persona con la que estamos, con la que creemos que, por fin, hemos podido encontrar el amor verdadero, en realidad, lo es.
La razón es muy sencilla. Se trata del tiempo que pasamos con ella.
Ese tiempo que, sin duda, no regresará y esa persona que ha estado ahí nadie la podrá reemplazar.
Ese es el verdadero amor, el que comparte con nosotros una etapa de tu vida. Sin importar cuál.

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