viernes, 14 de enero de 2011

La luna no está sola. Me tiene a mí.

¡Qué importantes son algunos días en nuestra vida! Esos días en los que, de repente, pierdes todo o ganas. Ganas. De pleno. Tiras y aciertas. No te escapas, sigues de frente y, poco a poco, ves el brillo del sol lucir. Aunque no esté, aunque no exista, ese brillo lo crea tu imaginación.
Imaginación, 1dulce locura! Con ella lo ganas todo y pierdes.. nada.
Qué difícil fue empezar, qué difícil caminar, qué difícil seguir. Seguir por un sendero en el que, aparentemente, no ves un fin. Porque no debe haber un fin.
Aún lo recuerdo. Ese murmullo suave del resonar y tintineo de la caída del agua sobre las rocas, del trino de unos pájaros que, a medida que pasa el tiempo, se van acercando. Del paisaje idílico. De la naturaleza espesa, frondosa que cierras tras tu caminar.

Hoy el sol brilla. Hoy el sol luce su espléndida sonrisa. Hoy ha ganado la batalla a la luna y se quedará a celebrarlo.
A celebrar las cien mil noches que aún no ha lucido.

Hoy está siendo un día especial y yo, sin duda, lo sé.

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