miércoles, 5 de enero de 2011


Hoy el cielo llora. Y me recuerda que no estás.
Te has ido para no volver y yo te dejé.
Te dejé, te expulsé de ese lugar tan interno de mi ser, de mi corazón. Hoy, éste se vuelve coraza. No quiere saber nada de ti: Ya lloró, ya gritó, ya mintió, ya sufrió lo suficiente, no se merece más daño.

Hoy el cielo está llorando. Y a lo lejos tú.
Lloramos de formas distintas estas tristes despedidas. Son dos: Yo te dejo, tú me dejas, dejamos atrás una larga historia de amor.
Amor. Palabra que mata y entristece. Que agudiza en el interior de muchas almas que, si pudieran, harían como dijo Platón. Que vuelen, que vuelen alto, que trasmigren y se fundan con esas ideas. Ideas de inexistencia, de pervivir y malcriadas que sólo escuchaban afirmaciones.

Hoy el cielo llora, y a lo lejos estás tú.
No me hace daño, no escucha, no siente. Sólo rechaza.
La gracia de un amor perdido, de la nostalgia de aquello que fue.

Hoy el cielo está llorando y sus gotas me recuerdan a aquel agua que una tarde tormentosa nos hizo correr a lo largo de una estrepitosa calle para refugiarnos en un soportal.

Hoy el cielo está llorando.
Pero la que llora no soy yo.

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