jueves, 21 de abril de 2011


Como esas tardes sentada frente al mar, a ras de las olas. Divertida, deseando que el mar no roce tus piernas cubiertas por un pantalón y a la vez ansiosa de que se repita una vez más.
Y tu cabeza ya no está ahí, se transporta a otra realidad imaginaria donde se relaja, donde le gustaría estar.
Y adviertes que una a una se han ido yendo las personas que te rodeaban.
Y estás tú sola, tranquila, disfrutando de esa brisa y ese susurro de la marea que crece y te acompaña a su paso.
Porque en ese momento los demás te dan igual. Sólo estás tú. La arena, las olas y tú, nadie más.

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