sábado, 8 de mayo de 2010

El pasado


Supongo que, al fin y al cabo, me convertí en una de esas chicas.

Nunca le hablaba por hablar ni insistía en quedar, me limitaba a sonreír y a mirarle sin que él se diera cuenta, a mandarle notas contándole lo bien que me iba o a llamarle para pedir su consejo.
Yo no quería ser como las demás, chicas de una noche que no terminaba en más.
No obstante, sabia que era especial, él me lo hacia notar, se notaba en su lenguaje, en sus gestos, en cómo me trataba.
Nos encontrábamos por los pasillos y sin querer nuestras manos se rozaban, era una fricción que derivaba en magia.
Siempre me trató con más frialdad, no quería abrirme las puertas de su corazón porque si no, sabia que me instalaría allí para siempre. Y lo hice. Me acomodé en ese lugar que para él era un tabú, en ese sitio que decía que para él no existía como tal: su corazón.
Se paseaba todas las mañanas por delante de mi casa, me llamaba preguntándome por algo absurdo y nos pasábamos horas hablando, ¡era increíble! Cuántas veces había soñado con ese momento y por fin había llegado.
Le había empezado a querer tanto que no soportaba la idea de separarme de él.
Lo llevábamos en secreto, era como un juego, me divertía, le daba el punto misterioso y joven que tanto me gustaba en él.
Era maduro, muy maduro para su edad, había aprendido rápido, la vida le había llenado de dolor y él le correspondía a base de fuerza interior y hielo.
Hielo. Hielo que nunca se derretiría. Hielo que esclarecía todas mis dudas y que a la vez las evadía. Hielo que acabaría rompiéndose.
Yo le quería y le dejaba entrar en mi cabeza tantas veces como él quisiera. Se adentraba en mi mirada y llegaba hasta mis pensamientos, hasta los más profundos e íntimos. Los sabía todos. Me conocía a la perfección.
Él me correspondía cada día haciéndome saber sin querer un poquito más de él. Al principio mostró oposición, luego ya se acostumbró.
No era fácil tenerme en su vida, yo le ocasionaba problemas. Lo que me pasaba tenía que contárselo a mis confidentes, y eso a él no le gustaba. Pero sabia cómo era yo, y eso era algo a lo que no podía renunciar.

Pero acabó llegando el día, me convertí en una de esas chicas que tanto le miraban, que susurraban al pasar... Se fue alejando de mi, o tal vez yo de él, no importa, pero él ya no está a mi lado.
Han sido muchas veces las que he intentado que nos volvamos a reencontrar, pero ha sido incapaz la situación.
Algún día llegará, lo presiento. Estoy segura.

1 comentario: